La Voz de Almeria

Opinión

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Aquí y allí, en mi pequeño pueblo o en el inmenso hormiguero de Pekin hay gentes de toda traza, calaña y pelaje. De todo hay y en todas las viñas y en todos los países, y su historia, cuecen habas. Sometidas, trufadas y envueltas en la propaganda. A favor y en contra. Y es esto, lo que reconozco, lo del AGITPROP, lo que menos soporto.

Es por ello por una de las cosas por las que no soy nacionalista, porque yo soy de pueblo sí, pero ellos son los auténticos paletos, los paletos ideológicos, que hacen dogma de lo que suele ser la más atroz de las mentiras: que un sitio, el suyo y unas gentes, ellos, son y están por encima de todo el resto de la especie humana, empezando por los que tienen más próximos a quienes se considera la peor peste de la tierra y a quienes hay que despreciar por ello. O sea, odiarlos y achacarles todas las maldades amén de hacerles responsables de todos sus males.

Patriotismo El patriotismo es el amor por lo propio, el cariño por él, que no supone exclusión ni agravio ni contradicción, sino, en muchas ocasiones comprensión por el que siente y expresa el de al lado, o del más lejano confín, por sus propias raíces. El nacionalismo, muy al contrario, esta cimentado, amalgamado esencialmente por el odio, por el agravio y por el resentimiento hacia los "otros".

Y eso sí que es ser paleto, de los paletos peores, de los paletos sin remedio, con balcones a la calle y al mundo, de los más insoportable y encima de los más peligrosos: los paletos ideológicos.¡Guardennos todos los dioses de ellos!

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