La Voz de Almeria

Opinión

Publicado por

Creado:

Actualizado:

El ADN es la molécula que nos define. Para bien o para mal, es así. Es nuestro manual de montaje. En el ADN se encuentran contenidas las instrucciones genéticas que determinan el funcionamiento de todas las piezas que componen un ser vivo. Ser rubio o ser moreno está condicionado por nuestro ADN. Como también lo está el color de nuestros ojos, lo resistentes que somos ante diferentes agresiones bacterianas, nuestra susceptibilidad a resfriarnos cada invierno o la talla de nuestro calzado. Del mismo modo que te toca nacer en un momento determinado de la Historia, en un entorno familiar concreto, te toca un ADN. Bueno, en realidad, estrictamente hablando, no es una cuestión tan aleatoria. No hay que olvidar que el ADN tiene carácter hereditario. Es decir, aunque las manifestaciones del reparto no sean siempre apreciables, heredamos el cincuenta por cierto de nuestro material genético de nuestros progenitores.

¿Pero qué pasa cuando no estamos conformes con el ADN que nos ha tocado? ¿Qué podemos hacer cuando la naturaleza ha llevado a cabo una distribución de nuestros genes que no es la que nosotros habríamos elegido? ¿Qué pasa si, en vez de la grácil sonrisa de mamá, heredamos la estética de la nariz aguileña de papá? Pues no nos queda otra que aguantarnos; amén de recurrir a la cirugía estética para corregir el capricho de la naturaleza. O al menos así ha sido a lo largo de la historia. Aunque la cosa puede cambiar. A finales del siglo XX, la posibilidad de modificar nuestro ADN comenzó a ser una realidad. Pero la terapia génica se encuentra con varios problemas. El más importante es que, para introducir un gen dentro del núcleo de las células de un organismo vivo se utilizan un tipo de virus llamados retrovirus, que lo que hacen es insertar al azar el nuevo gen en el genoma, pudiendo, entre otras cosas, provocar tumores.

Pero el siglo XXI nos trajo una nueva herramienta molecular. Se trata del descubrimiento de unas secuencias de ADN denominadas CRISPR. Estas secuencias se encuentran de manera natural en algunas bacterias, que las utilizan para defenderse del ataque de los virus mediante el reconocimiento de un fragmento de ADN determinado. Pero la Ciencia le ha encontrado una nueva aplicación. Se trata de la edición de genes. CRISPR actúa como una especie de GPS que localiza en el genoma una secuencia de ADN determinada, cambiándola por otra. Esta metodología aún se encuentra en una etapa muy temprana de desarrollo, pero abre la puerta a la curación de enfermedades de origen genético como la fibrosis quística o la anemia falciforme. También a las relacionadas con el envejecimiento y otros procesos degenerativos. Pero habrá que esperar a que la Ciencia dibuje su propio camino.

tracking