El convenio para que la ciudad se vuelva a mirar en el mar, firmado
La vieja ciudad de Almería, la que se asienta en la falda de la Alcazaba, perdió en la década de los ochenta el espejo azul de su mar Mediterráneo. Dejó de mirarse en sus aguas, de pasear los domingos por su malecón y de bañarse en las escalerillas de la reina. Con Pedro Lozano de presidente del puerto llegaron los nuevos tiempos y el progreso, y con ellos una muralla se vio crecer a lo largo de toda la dársena que dividió al puerto de la ciudad y de sus gentes. Adiós a las viejas casetas de feria de aquellos años en el puerto y a las atracciones que jalonaron la juventud de muchas generaciones de almerienses. Se imponía un futuro y con él se perdía el Ayuntamiento hasta entonces vivido entre el puerto y la ciudad. No quiero que pensemos mal de Pedro Lozano por su valla levantada, es de imaginar que Pedro cumplía órdenes recibidas de las alturas de las autoridades portuarias españolas.
Años después las conciencias de los almerienses se fueron despertando y la muralla del puerto se empezó a ver como el elemento de división en que se había convertido, y empezaron las voces a levantarse entre la ciudadanía. Con la llegada de José Antonio Amate a la presidencia del puerto se vislumbró por primare vez la posibilidad del reencuentro. Y de ello se habló entre las partes. En aquella ocasión fueron los vecinos de Oliveros los que no veían el proyecto con buenos ojos, según ellos iba a ser un mundo de ruidos y de algarabía lo que iban a tener que soportar en sus puertas, especialmente las noches de verano, y el proyecto se volvió a aparcar en los cajones, volver a dormir el sueño de los justos.
Hace poco se firmó un compromiso, no es otra cosa, por parte de ayuntamiento y puerto para retomar el viejo proyecto de que la ciudad, la que se sigue asentando en la falda de la Alcazaba pueda mirarse sin el obstáculo de una valla en el espejo del Mediterráneo. Acaba de nacer de nuevo la ilusión. Se ha vendido desde los medios como la gran esperanza azul, las caritas de los protagonistas, Trinidad Cabeo y Ramón Fernández, eran de plena felicidad. ¿Cuándo lo serán las de los almerienses? Por lo menos ya podemos decir, si los vecinos de Oliveros no nos vuelven a despertar del sueño, que la ciudad está, como estaba hace muchos años, más cerca de su hermoso Mediterráneo.