Adiós a Pepe Jiménez, un 'cajista' de corazón
José Manuel Jiménez Jiménez

José Manuel Jiménez Jiménez
Jose Manuel Jiménez Jiménez, “Pepe Jiménez” para la mayoría de los almerienses, ingresó en la antigua Caja Rural de Almería siendo prácticamente un niño. En su primer destino en la oficina de Adra, la 001 de la entidad, ya llamó la atención por la entrega o “fe”, como solía decir la gente del campo de aquella época, que ponía en el trabajo.
Una vez en los servicios centrales, también muy joven fue nombrado responsable del departamento de Extranjero de la entidad, puesto que desempeñó en una época clave durante la que había que gestionar tanto la eliminación del control de cambios vigente hasta el momento como el incremento del flujo de exportaciones agroalimentarias que supuso la entrada de nuestro país en el Mercado Común europeo. Para afrontar aquellos retos, Pepe se esforzó en la creación de equipos bien coordinados, motivados y orientados a atender las necesidades del servicio como principal objetivo.
Posteriormente, a lo largo de su carrera ocupó diversos puestos directivos tanto en Caja Rural de Almería, como en Grupo Hispatec, así como más adelante en el Grupo Cooperativo Cajamar. En todas esas responsabilidades, se esforzó en promover tanto el trabajo en equipo, como especialmente el espíritu de priorizar siempre el servicio al cliente, un activo intangible que él decía haber adquirido en sus primeras experiencias laborales en el mostrador de la oficina de la carretera de Adra. Tanto era así que, en las reuniones informales de colegas, cuando alguien decía que era bancario de profesión el respondía que se consideraba “cajista”.
Pero no era este el único rasgo distintivo de su personalidad que destacaba cuando se le conocía de cerca. Pues, sin duda alguna, Pepe ha sido un hombre de una simpatía arrolladora, que siempre disponía de un momento, una palabra amable o una sonrisa para todos sus conocidos, al tiempo que estuvo entregado en todo momento en cuerpo y alma a su familia y allegados.
Dotado de una extraordinaria energía y un talante juvenil que le llevaba siempre a asumir nuevos retos, una vez jubilado emprendió una nueva aventura académica destinada a perfeccionar su nivel de conocimiento en varias lenguas extranjeras. Los que le conocieron de cerca, destacan sus recientes charlas en las que comentaba sus peripecias con esta o aquella lengua, con la ilusión y la entrega de un alumno de primer curso de la Universidad o de la Escuela de Idiomas.
Seguramente por ese motivo, son muchos los allegados que comentan que el recuerdo que guardarán es el de sus comentarios sobre las dificultades que entraña dominar las declinaciones de la lengua de Goethe. Y todos coinciden en que se le va a echar mucho de menos.