Francisco Carreño castilla
El médico de Adra que se crió junto a la torre de los perdigones

Manuel León Fue este abderitano, a lo largo de su caudalosa vida, uno de los apóstoles del cooperativismo médico. Un médico-empresario o a la inversa que destacó en el mundo de los seguros y que llegó a presidir durante 25 años la cooperativa Lavinia, que agrupa actualmente a más de 10.000 médicos y que es la tenedora de las acciones de Asisa, la aseguradora que compró en 1996 la Clínica Mediterráneo de Almería. Francisco Carreño Castilla era hijo de Francisco Carreño Fernández que gestionaba la fundición de plomo de la torre de los perdigones. Allí, junto a la casa de la fábrica nació este destacado médico en agosto de 1934 y allí se crió, en esa Adra que vivía los últimos estertores industriales, tras su pasado glorioso. A la sombra de esa emblemática torre fue aprendiendo a aplicarse en la vida y aún barbilampiño se fue a estudiar medicina a Granada, alquilando habitación de estudiante junto al castizo barrio de Sacromonte. Se licenció y se especializó en medicina interna. Tras una breve estancia en Madrid, marchó a Málaga, donde ejercía su hermano José, especialista en urología, que estaba casado con María Vázquez, hermana de Joaquín Vázquez, de la fábrica de conservas Santa Isabel y después fundador de Piensos La Foca. Francisco Carreño se casó con Teresa Glaría de Adra y era cuñado de Julio López Godoy, jefe de aduanas del Puerto de Almería. A pesar de su vocación por la medicina, tuvo siempre su quehacer profesional el vahído del empresario, junto a su mentor y fundador de Asisa, José Espriu Castelló, hermano del poeta Salvador. Varias de las asambleas nacionales de esta aseguradora médica se celebraron en Almería con asistencia de más de mil médicos, por obra y gracia del galeno abderitano. Durante su dilatado mandato, contribuyó a inaugurar y modernizar clínicas médicas como la de Moncloa en Madrid o la Inmaculada en Granada o El Angel en Málaga. Precisamente en esa ciudad es donde residió la última fase de su vida y allí ha sido incinerado por su familia, siendo presidente de Honor de la Fundación Espriu y de Asisa-Lavinia. Nunca se desvinculó de su pueblo natal al que por temporadas en verano, a una casa que se construyó en la zona de La Carrera, quizá con cierta nostalgia de aquellos años infantiles en los que creció a la sombra de la torre de los perdigones. El tiempo le hizo un gran aficionado al mus y sobre todo a salir al campo a echar el puesto cazando perdices con reclamo al amanecer.