José Andrés Ruiz Fernández
Un amor inagotable, después de la partida
María del Carmen Sánchez Merchán
Querido esposo José Andrés: En el día de hoy escribo esta carta para que la leas. Hace exactamente dos años que te marchaste a ese viaje, y en un sueño le dijiste a tu hija María José que te encontrabas a gusto. Para mí, abuelo, por un lado se me han pasado los dos años en un abrir y cerrar de ojos, pero, por otro lado, el día a día se me hace durísimo y muy penoso. Fueron casi 38 años siempre juntos: sólo nos separábamos para ir a trabajar. Es muy duro ahora no tener tu presencia, aunque tu corazón se unió al mío desde ese 17 de mayo en que te fuiste. !Con tanta ilusión que tenías por prejubilarte, pero ni a eso llegaste¡ Abuelo, qué bonita fue esa noche de septiembre con esa paloma blanca que me enviaste. Ya sabes que todas las noches y mañanas te pido que me des fuerza para vivir y así, ese día amanece, porque si no me la das, no puedo seguir viviendo. De todo corazón me gustaría estar junto a ti, pero todavía nuestros hijos nos necesitan y ya sólo me tienen a mí. Te echan mucho de menos, aunque te nombramos bastante, como si estuvieras con nosotros aún. Y tus nietos Erika y José, aunque eran muy pequeñitos, te nombran y dicen que te ven. Ya sabrás desde el cielo que tienes otro nieto que se llama Hugo. Cuánto pienso lo que podías estar disfrutando con ellos...Pero la vida es muy injusta y no vale nada. Abuelo, yo ya nunca seré feliz, desde el día en que te marchaste, cuando cambió tanto mi vida. Aunque tenga a nuestros hijos y nietos, y mi familia y la tuya, sólo seré feliz cuando esté junto a ti. Abuelo, te quiero, te quiero. Besos de todos. Tu abuela.