La Voz de Almeria

Obituarios

Diego Fábrega García

Gracias, maestro

Diego Alonso Berbel

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Era maestro nacional. La primera vez que lo vi fue en 1946, cuando llegó como propietario definitivo a Albox, precisamente a la escuela en la que yo estaba. Antes había ejercido en la barriada del Llano de los Olleres, situada a 5 kilómetros del pueblo. Cada mañana tenía que acudir a su escuela montado en una borriquilla. Eran las ocho y había una temperatura ambiente que en invierno rozaba los cero grados. Tenía que ir bien abrigado y taparse hasta las orejas, porque el aire bajaba de la sierra de Las Estancias, que con frecuencia se encontraba cubierta de nieve. Hubo un momento que cambió su medio de transporte. Se trataba de una bicicleta, que si para subir por la rambla había que dar bien a los pedales, la vuelta era tan sencilla como dejarse ir. Mientras tanto la paga mensual era muy pequeña. Ante una situación semejante, el cambio de destino supuso una inmensa alegría para D. Diego y para su esposa, lo que dio lugar a que un año más tarde naciera su segundo hijo llamado Patricio. Tenía yo 9 años cuando vi entrar a D. Diego por primera vez en mi aula. Era un hombre alto y recio, con gafas y peinado con una raya en el centro de la cabeza. Había bancas bipersonales y las ocupamos los alumnos procedentes del ciclo segundo. Lo primero que hicimos fue una evaluación para designar a los que se quedaban en la clase y los que tenían que volver al curso anterior. Como había 18 bancas, casualmente fuimos 18 los alumnos clasificados para ocuparlas. No había más que un libro de texto, la Enciclopedia Grado Medio de Dalmau Carles. Ya habíamos aprendido las dos anteriores, Grado Preparatorio y Grado Elemental. Enfrente de nuestra aula existía una habitación que hacía de almacén. De ella sacaba D. Diego una colección de mapas insuperable. Disponía de una colección de pesas y medidas para explicar el sistema métrico decimal, así como de un microscopio, que con sumo cuidado podíamos manejar nosotros. Con aquellos medios fuimos aprendiendo a escribir sin faltas de ortografía, hacer análisis morfológico, la conjugación de los verbos regulares e irregulares. Aprendimos las cuatro operaciones de cálculo, el uso de los decimales, las fracciones que entonces llamábamos números quebrados, regla de tres simple y compuesta, interés simple, compañía y mezclas. En geometría aprendimos la circunferencia y sus elementos, las figuras geométricas con sus áreas y volúmenes. La geografía y la historia eran la materia privilegiada de D. Diego. En ellas disfrutaba contándonos desde el origen hasta hoy el desarrollo de la vida de la humanidad y el escenario en el que nos ha tocado vivir. Sus numerosas anécdotas y reglas memorísticas quedaron grabadas para siempre. En aquellos dos años con D. Diego Fábrega habíamos llenado nuestro almacén de conocimientos, para aprobar brillantemente el Ingreso y los tres primeros cursos de Bachillerato. No tiene nada de particular que con mucha frecuencia recuerde las enseñanzas de D. Diego, cuando aquello que aprendí en un libro lo he visto en la realidad. Primero en España y después en Francia y Gran Bretaña. Una buena formación cultural ha sido la mejor herencia que podía recibir, y D. Diego Fábrega ha tenido gran importancia en la misma. Gracias, maestro.

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