Macarena, hermana mía: A pesar de que el dolor aún paraliza mis pensamientos, siento que ha llegado el momento de intentar poner en palabras lo que tu muerte ha significado en mi vida. Cada día pienso en ti, siempre contaste con la ayuda y el apoyo de todos nosotros, sé que ahora estás con nosotros en espíritu, guiándonos y cuidándonos. Te he hablado en voz alta y en mi corazón te extraño siempre. Te moriste, sí, y nunca más habrá una pelea de hermanas, una confesión. Y así, la lista infinita de lo que iba a ser después de ese día tan inesperado, un 11 de agosto de 2010, a las 10.15 horas. Te he llorado y lo sigo haciendo, e intento acostumbrarme a estar huérfana de hermana. Lo que quiero contarte en esta carta es que te quiero, y desearte buen viaje, buena estancia, que sé que estás en buen lugar y acompañada. Eres mi hermana aunque ya no estés aquí. No recuerdo haberte dicho que te quiero, tantas veces como tú lo deseabas, pero seguro que tú sabías que así era. Fuiste para nosotros la compañía que siempre teníamos en casa. Puedo imaginar tu sonrisa y felicidad al recibir mi carta y abrazarla contra tu pecho mandándonos muchos besos como a ti te gustaba que te dieran. Gracias por haber sido mi hermana. Te quiero, Maca.