Podéis ir en paz

Algunos se marcharon al otro mundo con más adjetivos de los merecidos

Alberto Gutiérrez
09:00 • 04 mar. 2023

Hay personas a las que nunca les sucede nada diferente, porque si tal cosa sucediera probablemente sería un drama para ellos. Viven ocultos en sus agujeros, en sus burbujas. Aquella vez que se salieron del camino lo lamentaron tanto... No querían ser distintos a lo que se esperaba de ellos. Que sea la última vez, se dijeron a sí mismos, enfadados y dispuestos a hacer propósito de enmienda.



De modo que en adelante no pronunciaron palabras inoportunas ni se permitieron errores que los hubieran condenado a juicios sumarísimos por parte del resto de la gente. Les atenazaba el miedo y las dudas de no encajar, pues lo importante era eso, que las piezas encajaran, que no bailaran en el decoroso y recatado tablero de sus vidas. 



Pasaron los años y sus cabellos se llenaron de canas y sus rostros de arrugas. Acaso estos eran los únicos síntomas de su diferencia con respecto a su propio pasado. Como de costumbre, cada mañana tomaban café y media tostada con las mismas personas en las mismas cafeterías decoradas con madera escandinava y gris: sus conversaciones giraban en torno a previsibles comentarios de política, criticaban a otras personas de la ciudad y se conducían por la vida con una seguridad aparente, pero en el fondo quebradiza.



Cuando les llegó su hora, los familiares y amigos naturalmente lo lamentaron. En sus funerales los sacerdotes elogiaron sus (anodinas) vidas y loaron sus excelsas virtudes, en realidad desconocidas. Algunos se marcharon al otro mundo con más adjetivos de los merecidos. No les hacían justicia tales homenajes, ciertamente, pero los curas, tan grandilocuentes cuando se lo proponen, los enviaban al más allá manejando con soltura el agua bendita con el hisopo y declamando sensibleras estrofas de una literatura de ocasión perfecta para el último viaje. Podéis ir en paz.








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