Los otros tañidos

Sonó el otro día a celebración, tras haber sido declarado su tañer patrimonio inmaterial

José Luis Masegosa
09:00 • 05 dic. 2022

Los años han escrito con su cruenta pluma  los renglones irremediables en su férrea piel. Atesoran hermosura pese a protagonizar numerosas páginas que albergan esos renglones imperfectos que atesora la vida. Habitan con majestuosidad en las torres de los templos y en las espadañas de las ermitas, pero también lucen en los claustros de monasterios y conventos, estaciones de tren, en barcos, oficinas de Bolsa y hasta en estadios deportivos. Su tañido sonó el otro día a celebración, tras haber sido declarado su tañer patrimonio inmaterial de la Humanidad. Una actividad ejercida por los campaneros que ha mermado en muchos lugares a manos de la mecanización y electrificación de los campanarios que ya no repican igual y han empobrecido el rico repertorio de sus toques: a rebato, vísperas o ánimas, difunto o pino –diferente si es hombre o mujer, adulto o párvulo-, Ángelus y a tentenublo, entre otros tañidos. 



El campanario de la Basílica de mi pueblo, que es testigo vivo de toques tradicionales, conserva tres lustrosas campanas; una de 500 kilos de pesoNuestra Señora de las Mercedes- datada en 1779,  otra –Jesús, José y María- fechada en 1882, de 300 kilos y una tercera – Nuestra Señora del Carmen-, conocida como la pequeña -90 kilos de peso- por su dimensiones más reducidas, es coetánea de la primitiva iglesia de la Sagrada Familia o Ermita Vieja–siglo XVI-.Precisamente, esta última campana se despidió definitivamente de su espadaña en los años sesenta a raíz de la transformación del templo que la albergaba en cine.



Las tres campanas han dado toda clase de repiques, pero al contrario que las dos primeras que, tras salvarse de la fratricida contienda de 1936, prosiguieron en sus respectivos yugos, la más pequeña anduvo peregrina, allá por los años setenta del pasado siglo, por las calles del pueblo. Ni tocó a rebato, ni a vísperas, ni a Ángelus.  El badajo no cesó de golpear el labio del instrumento durante una larga y festiva noche en la  más sonora cencerrada de la comarca. Su peculiar tañido también merece ser reconocido, al menos por su originalidad. Es otro tañido.








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