Arreglarlo tú

Nuestro lujo de hoy podría ser la nostalgia de mañana si no hacemos algo

Alberto Gutiérrez
09:00 • 02 jul. 2022

Un país, como sus ciudadanos, no debería aspirar a sobrevivir sino a crecer, a cultivar un proyecto donde las metas sean altas y las ambiciones no se establezcan por cuotas u obligaciones. Vivimos extáticamente confortables en el bienestar, que creímos de serie como los coches de alta gama que suelen venir de Alemania.



Nos dijeron que un día vendrían nubarrones y lluvias cargadas de tierra del Sáhara y que se desequilibraría la balanza, hasta hoy de nuestro lado. Los misiles ya alcanzan los centros comerciales en Ucrania, barbeando las tablas de la Unión Europea. El hambre sacudirá una parte del mundo muy pronto, avisan, y las guerras inflamarán la corteza de la Tierra. La vida se encarecerá en todos los órdenes. El ser humano habita una inflación inexorable, perpetua.



Será mejor que lo sepamos. Que nuestro lujo de hoy podría ser la nostalgia de mañana si no hacemos algo. La pandemia nos ha preparado un terreno pedregoso y duro. Nos come la incertidumbre, en la que nos licenciamos allá por 2008 para doctorarnos cum laude en estos últimos tres años. Y el galeón navega sin gobierno y sin rumbo en medio de la tormenta.



En todos los temporales hay, sin embargo, resquicios de esperanza. Pero también deben prevalecer los hombres y mujeres valerosos, nobles, determinados, sagaces, fiables. Estamos a punto de entrar en el ojo del huracán. Dicen que después del verano sucederá todo. Mientras, colmamos las playas enganchados a una cerveza fría y contemplando el mar encalmado y tibio. Prepárense para el impacto, dijo el piloto Sully a los pasajeros del avión comercial que acabó en el río Hudson de Nueva York, a quienes salvó la vida gracias a su temple y pericia. “¿Arreglarlo tú, tú arreglarlo?”, le dijo un señor mayor a Pedro Sánchez a los pies de la calcinada Sierra de la Culebra, todavía humeante. Veremos a ver.







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