Doble patrimonio

“Nunca faltan candidatos para el premio ‘Chumbo Verde’ por tropelías contra el patrimonio“

Javier Adolfo Iglesias
20:59 • 13 abr. 2022

El lenguaje nos juega malas pasadas cuando alguna palabra esconde dobleces. Es el caso de “patrimonio”, que nos coloca entre la espada de Hacienda y la pared de la iglesia del pueblo en la que jugábamos de niño.



Una primera acepción remite a la contabilidad y el notario mientras que la otra se despoja de lo materialista y alude al respeto al legado de nuestros mayores, aunque sea un reloj roto sin valor.



Los ingleses separan este doble antagónico significado con palabras distintas: ‘inheritance’ para la herencia pecuniaria y ‘heritage’ para la colectiva, material y oral.



Por eso es mucho mejor el nombre ‘Amigos de la Alcazaba’ que ‘Amigos del Patrimonio Almeriense’, no ocurriera que algún burócrata recaudador les quiera cobrar un recargo por defender la memoria de los almerienses.



Y para ello, el pasado miércoles volvieron a entregar sus anuales premios ‘Alcazaba’ en el teatro Cervantes. Todos los galardonados en esta edición han luchado gran parte de sus vidas por Almería, su historia, tradiciones y patrimonio. Han dado todo por rescatar y difundir su herencia material y oral, con ilusión, rigor académico y perseverancia, con amor a su tierra, a sus gentes, paisajes, animales y plantas. También estuvieron políticos.



Sobre el papel debiera ser muy fácil para cualquier cargo local el gestionar el ‘heritage’  de todos. El patrimonio está ahí mucho antes de que el político ‘nini’ de turno llegue a su sillón tras paciente espera en el partido. Al político lo rodean técnicos y expertos con leyes que protegen la herencia recibida. Se trataría solo de que fuera respetuoso y prudente, hiciera cumplir la ley y no cometiera torpezas, bien por ignorancia bien por arrogancia.Por eso no deja de sorprenderme que año tras año nunca falten candidatos y ganadores del premio ‘Chumbo verde’, reconocimiento que indigesta, no al merecedor del mismo, sino a su víctima, el inocente patrimonio de Almería.



Para ser buen político con nuestro patrimonio no haría falta más que saber oír a los que saben, como los ‘Amigos de la Alcazaba’ y sus galardonados durante trece años.



No hay que ser visionario para ser un buen político, simplemente tiene que saber mirar.  Como demuestra el anuncio de un concejal, que ha decidido combatir “el impacto visual” de los contenedores de basura en las playas de levante hasta La Fabriquilla de Cabo de Gata. ¡Bien hecho! A ver si diera el presupuesto también para embutir en madera y ocultar el ‘Mesonico gitano’ o los monstruos de hormigón que han anulado para siempre las siluetas de nuestra preciosa estación de tren y la del Cable del Mineral.


Ya escribí en esta columna que algunos políticos almerienses sufren el síndrome ‘decorador de interiores’ que les hace ver el entorno de todos como si fuera el salón de su casa.


En la magnífica gala conducida por Jesús Herrera se constató otro gran problema añadido: que la media de edad de los presentes no baja de los 55 años. Y para ello no ayuda la nociva Ley Celaá, que aumentará la ignorancia de nuestros hijos sobre nuestro pasado.“¡Indalo, tenemos un problema!”.  


La historia reciente del legado de Almería está llena de dramático azar, de cruce de personajes mediocres o talentosos, como el gran Perceval que salvó el Teatro Cervantes, cuyo centenario aún no ha podido celebrar la ciudad como se merece. Sin duda él hubiera ido de la mano de Paco Verdegay para fundar ‘Amigos de la Alcazaba’.  


Si en el pasado hemos perdido tantas oportunidades y hemos permitido tantas tropelías, en el futuro, si queremos dejar una herencia digna a nuestros hijos no podemos delegar esta tarea exclusivamente en políticos que confunden ‘heritage’ con ‘inheritance’, convencidos de que el destino del patrimonio se resuelve, y para mal,  solo con una firma ante notario.


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