Profesiones raras

Lo que más me fascina son esas profesiones infrecuentes, que no suelen ser muy solicitadas

Luis del Val
00:53 • 24 dic. 2021 / actualizado a las 09:00 • 24 dic. 2021

Hay quienes, a medida que dejan de ser niños, comienzan a vislumbrar cuál podría ser su actividad laboral, y, otros, que se dejan mecer por las circunstancias biográficas y tardan en hallar aquél trabajo que más les gusta. 



En algún estudio he leído que las mujeres son las más intuitivas para asociar sus aptitudes y habilidades que los hombres, y que una mujer lo descubre mucho antes.



Sin embargo, lo que más me fascina son esas profesiones infrecuentes, que no suelen ser muy solicitadas, entre otras cosas, porque no hay Facultades que impartan conocimientos para llevarlas a cabo.



Me refiero, por ejemplo, a los asesinos de ETA, y me pregunto en qué momento sintieron la vocación, la llamada, lo que sea, y se pusieron a matar personas. Y, todavía más, a sus jefes, esos personajes que se dedicaban a pastorear a los pistoleros y que decidían a quién había que matar, si a este concejal, a este policía o a esta fiscal.



Por ejemplo, este antiguo jefe de asesinos, David Pla -de los Pla vascos de toda la vida- que ahora es directivo de uno de esos partidos, Sortu. ¿Y cómo se reciclan? Porque tú ejerces tu vocación, y sabes cómo se pegan tres o cuatro tiros en la cabeza de un tipo que está de rodillas, o desarmado, o descuidado, y cómo hay que hacerlo, ejecutarlo y procurar que no te pille la Policía. Bien. ¿Pero cómo te adaptas a otra actividad? Conocí a un juez, huido de un país por motivos políticos, que trabajaba de camarero. Es un salto. Pero ¿cómo pasas, de seleccionar quién estará muerto dentro de una semana o quince días, a organizar los viajes para un mitin, o procurar la financiación, sin recurrir al secuestro y al pago del impuesto revolucionario? ¿Y el pistolero? ¿Cómo se hace la transición, de poner bombas debajo de un automóvil a contratar un autocar para una manifestación? No es lo mismo. Y, luego, ese cuajo, esa apostura, esa firmeza en pasear por un pueblo, por una ciudad, donde te puedes cruzar con alguien que es huérfano o perdió a su hijo, gracias a lo eficaz que eras en tu antigua profesión, sin que te perturbe la andadura, ni te preocupe en ningún momento. Todo es muy raro en esas profesiones.






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