¡Zasca!

La RAE ha puesto la alfombra roja a un caballo de Troya del lenguaje conceptual

Adolfo Iglesias
07:00 • 16 nov. 2019

La semana pasada la Real Academia de la Lengua Española nos sorprendió con el bautizo de la palabra “Zasca”. Como en otras ocasiones y periódicamente la RAE hace de su necesidad virtud, saca pecho de su impotencia como aquellos personajes atrabiliarios del Lazarillo de Tormes que disimulaban su mugre y hambre con un porte erguido.  


Me temo que la RAE no ha sido suficientemente consciente de que ha firmado la primera línea de su tratado de rendición y ha puesto la alfombra roja a un caballo de Troya, a un verdadero ‘tsunami democrático’, el del lenguaje vivo que ha apostado por su autodestrucción. La RAE ha definido en su diccionario el nuevo término como “Respuesta cortante, chasco, escarmiento”. Los académicos andan más perdidos que Kiko Rivera en la Biblioteca Nacional. No es nada extraño cuando la media de edad no baja de 75 años y a los sexagenarios como Antonio Muñoz Molina lo llaman “mozalbete” cuando se lían en trifulcas lexicográficas. La palabra “zasca” y su concepto tienen más peligro que un cyborg envidioso de la rumba. Ha venido a vengarse de los humanos y de una de las grandes joyas de su humanidad: el lenguaje conceptual. El mismo que describe y argumenta, el que comunica para unir, el que ayudó a cazar y a huir, el mismo que hizo los Mandamientos, la Biblia y la declaración de los Derechos Universales. El mismo lenguaje que está siendo enterrado y ahogado por la era digital y su tropa millenial. 


No ha servido de nada que el jovenzuelo académico Pérez Reverte se mueva a diario entre zascas de twitter,facebook e instagram, la Academia no ha sabido definir el buque insignia de las palabras millenials. 



Si la RAE me hubiera dado audiencia les hubiera aclarado que “Zasca” significa: “argumento falaz y manipulado a sabiendas con efecto de verdad y cuya efectividad performativa está asegurada entre los fanatizados seguidores de cualquier causa”. Esta definición es mucho más acertada. 


No se trata solo de un corte efectista, porque una respuesta ágil, brillante, sorpresiva...un ardid retórico en un debate, en un diálogo, no tiene garantizada su eficacia de antemano. En cambio el “zasca” es un argumento efectivo por encargo y pagado por adelantado. El autor del “zasca” no es tanto el que habla,  sino el Rasputín que lo manipula, corta aqui y allá, descontextualiza, edita el video que se hará viral. Sabe que tiene un público asegurado de antemano, entregado y vendido. Los seguidores del “zasca” se pegarán a él como moscas a la miel, sin poder evitarlo.   



El “zasca” es el fin del lenguaje argumentativo, el que puede conciliar, el que puede iluminar un nuevo punto de vista, el que puede convencer. ¡Toma zasca Habermas! (Chiste de filósofos). 


Pocas bromas cuando “zasca” es la palabra de moda en nuestra época de extremismos, de polaridad política, de blancos y negros, de Vox y Podemos. Los zascas son vigorizantes de la estupidez, viagras del fanatismo. Surfean sobre la postverdad y al final son cadenas que nos atan al poderoso, como decía el huevo Humpty Dunty a Alicia. 



En una segunda acepción, la RAE acierta y reconoce que “zasca” es también una interjección.  El zasca viene del mundo de tebeo de las onomatopeyas de Francisco Ibáñez que a tantos millones de españoles nos educó y divirtió. Mortadelo y Filemón corrían siempre entre “zas, blam, plof, nong, boom, zzz, grrr, pfff, atjo, tuf, tuff, ngggg....” y muchos más;  y nos entendiamos.  


Si se consuma esta suplantación del lenguaje antiguo, el de la verdad, por el del zasca, en el futuro habrá sus famosos oradores booom como Demóstenes o Jefferson. Las audiencias seguirán con ‘uuuss’ y futboleros ‘oe oe oeees’. 


Un mundo de zascas emocionales sin argumentos racionales sería terrible, al menos más complicado.  O no, simplemente sería otro. Si esta especie no se autodestruye antes, un mundo humano de zascas nos devolvería al estado presimbólico en el que los gruñidos precedieron durante miles de años a las palabras, a los símbolos. Habría acertado aquel genio delirante del mostacho.  Quizás solo fue un golpe de suerte el de aquel neandertal que pintó en la cueva unas gacelas justo cuando una manada apareció al día siguiente. 


Desde hace más de 15 años he seguido este mundo digital y su tropa millenial. Una vez uno me llamó “troll” en facebook y yo le respondí “mequetrefe”. Lo hice con la misma dignidad insolente del que espera de frente la llegada de un meteorito tomándose una copa de Chianti Classico Riserva de 2015. 


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