Efecto meseta de dulce poesía

Las Dulces Tardes Poéticas han ido creciendo: Benítez Reyes y Ruibal celebraron su aniversario

Javier Ruibal y felipe Benítez Reyes en el Auditorio ‘Ciudad de Vícar’.
Javier Ruibal y felipe Benítez Reyes en el Auditorio ‘Ciudad de Vícar’. La Voz
Mar de los Ríos
07:00 • 13 abr. 2019

El pasado jueves 11 de abril se celebraba su cuarto aniversario con una edición especial, en el que repetían formato en el Auditorio-Teatro de Vícar. Para ello se contó con la presencia de dos artistas. La aportación musical quedaba a cargo de Javier Ruibal (El Puerto de Santa María, Cádiz, 1955) Cantautor y arreglista español de dilatada carrera. Cuenta, entre otros muchos, con el Premio Nacional de las Músicas Actuales, 2017. Felipe Benítez Reyes (Rota, Cádiz, 1960) era el delegado del verso. Escritor español de obra versátil traducida a varios idiomas, que abarca todos los géneros. Entre otros ha obtenido el premio Nadal de novela y Loewe de poesía.




Este encuentro protagonizado por dos grandes amigos, personificaba la entidad y solera que supone practicar el perfecto binomio música-poesía, en lo que supone el retrato de los encuentros de Dulce Tardes Poéticas, los cuales se han convertido en un referente literario a nivel nacional. Y así lo confirmaba su gestor, el poeta Aníbal García, recordando muchos de esos ladrillos que ha aportado cada uno de las grandes figuras que han pisado el sótano de la Pastelería la Dulce Alianza de Almería, para almibarar nuestra cotidianidad. “Hemos conseguido un efecto meseta, desde donde divisamos los picos en altura que nos quedan por visitar”.



Proceso creativo
Y los artistas tomaban posiciones haciendo suyo el escenario, presentándose a través de un preliminar coloquio sosegado, para hacernos partícipes de su proceso creativo. Denotaban en su conversación su complicidad generacional y eso aportaba calidez y enjundia a sus palabras.  Benítez rompía el hielo sugiriendo el pudor del escritor cuando uno se relee al tiempo de publicar su obra. Si entonces surge en tu cabeza la pregunta: ¿cómo hice yo esto? o como corroboraba  Ruibal  con mucho  sentido del humor: ¿A quién le copie yo esto?, entonces es que la cosa sigue funcionando en el tiempo. Es como si toda la creación viviera en un limbo donde están todas las palabras y melodías y solo hiciera falta entrar en un cierto trance espiritual para descargar esas combinaciones; cómo tienes la sensación de que las ideas bajan de algún vertiginoso y milagroso lugar.  Soledad disfrutada donde la libertad y la autonomía de decisión componen un territorio exclusivamente tuyo. Porque la creación es una aventura al fin y al cabo para uno mismo. ¡Es estupendo no tener jefe! -admitían ambos artistas con regocijo-, aunque aparezca uno bastante antipático en el momento tan delicado de la publicación, donde a menudo está encarnado por alguien que no sabe en profundidad de casi nada y va como un kamikaze hacia tu trabajo, con la dudosa intención de cargárselo en aras de un espíritu comercial. Y para dar paso a sendas obras,  Benítez cambiaba el tercio con la idea de que el sueño de cualquier poeta es que te musiquen. Los poemas no son fáciles, pero Javier Ruibal es un especialista y lo consigue con solvencia.




El músico-poeta
Javier Ruibal entraba en materia, guitarra en mano, comentado la responsabilidad y el respeto que supone enfrentarse a inventar una melodía sobre la que encajar un poema; el respeto por la palabra ajena sin abandonar los parámetros de inmediatez y profundidad que requiere una canción. Para ello elegía  una muestra con letra de Alberti y su ‘Marinero en tierra’, en el poema ‘Sueños’: Noche verde caracol, la luna sobre todas las terrazas... de la tierra emerge el lobo que ha de morir en el mar.  Después vendrían muchos más, tras ofrecernos su Lorca particular, calentado ya definitivamente el ambiente hacia la explosión del universo de colores de esta celebración: Qué trabajo me cuesta quererte como te quiero, por tu amor me duele el aire, el corazón y el sombrero. Quién me compraría este cintillo que tengo, y esta tristeza de hilo blanco para hacer pañuelos. Sus poemas numerado, escritos y leídos en su móvil, también ilustraron su vena poética desnuda de acordes.




El poeta y Jimi Hendrix
Felipe Benítez ahondaba en la frescura de las primeras obras frente al músculo que da la madurez artística, mientras nos relataba sus comienzos, donde aquel niño de Rota escuchaba la radio de la base militar norteamericana y quería ser, antes que nada, como el cantante y guitarrista Jimi Hendrix. Después vendría la Literatura a la que se pasó definitivamente. ‘Meditación del tacto’: la piel que transparenta un alma fría, la piel que representa un fuego helado, la piel que es la frontera de un callado fluir de sangre herida... la piel acariciada por la aurora, y arañada de blanco por la luna... la carne tan valiente y fugitiva.




Otra muestra de sus favoritos: Las ciudades sin ti no las recuerdo, son las flores cerradas del mundo… las ciudades sin ti no tienen nombre… la noche que no estás, tiembla mi noche... la noche en soledad corrompe sueños, la noche en que no estás tiembla mi noche.




El recital fue ganando en grandeza y profundidad. Ya no había límites entre el escenario y la platea. La simbiosis entre la voz poética, la música y el público, en este cuarto aniversario de las Dulces Tardes Poéticas, quedó sobradamente acreditada.




Le deseamos larga vida a un formato maduro que enriquece la cultura de nuestra ciudad y provincia de manera tan deleitosa. Otros picos que saborear con merengue de ‘Santa Paula’ nos esperan pacientes entre el paisaje,  intuidos bajo la fina niebla del verso sonriente.


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