El tierno cinismo de Berto Romero arrasó el Auditorio

El cómico debe ser así, un espejo de la estupidez

Berto Romero cantando acompañado de Iván Lagarto.
Berto Romero cantando acompañado de Iván Lagarto. La Voz
Jacinto Castillo
07:00 • 14 nov. 2018

“Nada tiene sentido, salvo que lo encuentres”.  Berto Romero dejó esta reflexión el domingo por la noche en el Maestro Padilla como despedida, sin forzar mucho la voz para que la filosofía no le arrebatara espacio a la comedia. El Auditorio, a reventar, estalló en un aplauso que el brillante monologuista escuchó perdiéndose entre las bambalinas, como si la timidez fuese una de sus virtudes.   




Había transcurrido más de hora y media de risa e inteligencia al 50%, salpicadas de canciones. Poco o nada de nuestra forma de vida quedó a salvo del afilado y tierno cinismo de este Cyrano del humor que siempre alude a su nariz como si fuese una especie de imagen de marca impagable, para reírse de si mismo.




Pero antes de  destripar a esta sociedad nuestra  que deambula torpemente desde el gimnasio a los traumas emocionales, Berto Romero ofreció  delante del telón  una sutil defensa del teatro y del espectáculo en vivo, implicando al patio de butacas en su razonamiento.  La risa había comenzado.




‘Mucha tontería’ 
El título lo dice todo. Hay demasiadas tonterías y, posiblemente, todos somos sospechosos de sustentarla. El cómico, cuando es bueno, se gana la vida siendo el espejo de la estupidez. Así, Berto Romero, que supo “hablar con Dios” en el escenario y que machacó literalmente el culto al cuerpo y la degradante dependencia de la autoestima y otras zarandajas similares.




Berto parece incapaz de llenar el escenario con su anatomía, pero rebasa con creces la medida del espectáculo con él mismo como único personaje, repartiendo latigazos verbales  a diestro y siniestro o “leyendo” el pensamiento de algunos espectadores con ayuda de una inefable app.




¿Qué pensarían de un tipo que deja el pene descansando sobre el filo del lavabo mientras se afeita en los vestuarios de un gimnasio? ¿Han considerado alguna vez lo ridículas que pueden ser las nuevas tendencias alimentarias desde el sentido común?  Berto Romero asegura que no es capaz de correr más de cinco metros para tomar el autobús. Después de hacerlo, se detiene al descubrir que no le persiguen y que no tiene sentido seguir corriendo. Eso de correr es, en su opinión, una cosa de “cuarentones divorciados” que visten con mal gusto... Así, perla tras perla, fue componiendo un collar de estampas y situaciones cercanas y creíbles.



Depurado sentido del espectáculo
El depurado sentido del espectáculo de Berto Romero  se nutre en este monólogo de dos ingredientes de alto valor nutritivo: su faceta como cantante y su propia vida como hilo conductor. No se puede ser más auténtico . Quizás por eso ganó el Premi TB 2017-2018  como Mejor monólogo cómico.




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