Alonso Padilla: “Hay que llevarse bien y dejarse de discusiones por tonterías”

Con 86 años, Alonso es el Juez de Paz de Albanchez

Alonso y su esposa junto a la puerta de madera (de 150 años de historia) de su casa de Albanchez.
Alonso y su esposa junto a la puerta de madera (de 150 años de historia) de su casa de Albanchez. La Voz
Fina Martín
09:33 • 10 jul. 2021

Con 86 años, Alonso es el Juez de Paz de Albanchez. Antes fue sastre por casi cinco décadas. Su condición de “buena persona” radica en algo que le ocurrió en la infancia



¿Cuántos vecinos viven hoy en Albanchez?



Entre los años 1700 y 1790 Albanchez tenía una población de 3.400 habitantes y hoy hay 725, de los cuales, el 10 por ciento son ingleses. Nuestra economía se basa en la industria del mármol.



Fue el sastre de referencia de las comarcas del Almanzora y Filabres en el siglo XX.



Nací en Alcudia de Monteagud. Con 14 años nos fuimos a vivir a Tahal mi madre y mi hermano Emiliano, que era sastre, y me enseñó el oficio. Con 23 vi que ganaba poco dinero y emigré a Alemania donde trabajé en las minas de carbón entre 1961-64, y después abrí mi propia sastrería en Albanchez, en la comarca del Almanzora.



¿Cómo conoció a su mujer?



En 1959 ella trabajaba en el taller de mi hermano. Nada más llegar a Alemania empecé escribirle y estuvimos carteándonos a modo de relación durante tres años.



Fina, ¿cómo vivió esa relación epistolar?

Cuando llegaba carta de Alonso, el cartero aporreaba feliz mi puerta. No teníamos ninguna relación cuando me escribió la primera carta, pero en ella me dijo que me quería y que tenía ganas de verme. ¡Me puse muy contenta!

A. En febrero de 1964 nos casamos en la iglesia de Albanchez. La misa la ofició mi amigo el cura de Tahal, que llegó con la sotana puesta y montado en su moto. Tenemos una hija. Confeccionaba desde mi casa para los vecinos del Almanzora y Los Filabres, y algunos pueblos de Almería. Mi mujer cosía y yo cortaba y planchaba las americanas hasta las tres de la madrugada. Luego entregaba los encargos con mi moto. Tras 48 años me jubilé porque no podía competir con las grandes empresas de confección de ropa barata.


¿Cuál fue el cuerpo más difícil que tuvo que vestir?

Fue a un señor con unas medidas desproporcionadas. Tenía 50 centímetros de posaderas y 120 de vientre. Se puso tan contento que me dijo: “¡Qué alegría, ningún sastre ha acertado como usted!”. También me encargó un traje un señor con una deformidad en el hombro izquierdo, y disimulé su joroba con un relleno en el otro lado. Lamentablemente este hombre murió unos días después y lo tuvimos que amortajar cortando la chaqueta por la espalda.


Aludiendo al buen vestir, Napoleón dijo: “Si a un campesino le das una espada, seguirá siendo un campesino, pero si primero le das un uniforme, ya es un soldado”.

¡Claro! El traje hace a la persona, pero no siempre. Hoy se ha perdido la costumbre de hacer un buen traje; la elegancia de ir bien vestido con la raya bien marcada en el pantalón. ¡He observado a personas de importancia vestir un vaquero roto!


¿Cómo fue propuesto para Juez de Paz de Albanchez?

Ya en 1978 me propusieron presidir la cámara agraria, pero yo no quería. Al final acepté, voté a otro candidato (se ríe) y, aún así, salí elegido por un 70 por ciento. También llegué a ser presidente de la comisión de festejos del ayuntamiento, y en 1982 me propusieron para Juez de Paz de mi pueblo, y aquí sigo 40 años después.


¿Pero qué ven en usted que todos le quieren?

Creo que mis vecinos ven mi formalidad, de hacerme respetar; no tengo enemigos por ningún lado, hago favores a todo el mundo y los trato con agrado.


Cuéntenos una petición curiosa que le hayan hecho.

Un señor me solicitó una ‘fe de vida’ para su madre que estaba en Barcelona y su tío, que trabajó en Alemania. Este papel es imprescindible para el cobro de la pensión de jubilación de otro país. Para que este documento sea legal tiene que estar aquí, y esté viva la persona interesada.


¿Cuándo fue la última vez que casó a una pareja por poderes?

Nunca he casado a nadie por poderes. Se dio el caso de la boda de una pareja homosexual. Pero eso ya no es algo excepcional. Eran dos chicos ingleses del pueblo, y la gente de Albanchez está mentalizada.


Recuerde una anécdota.

Mire usted: Casé a un señor y a una señora que llevaban 40 años conviviendo y tenían dos hijos. Él estuvo casado anteriormente, ella no. Al poco tiempo de este enlace se presentó en mi casa la primera esposa -quien ya antes lo había abandonado- preguntándome ‘por qué los había casado’. Yo lo hice legalmente y con dos testigos que acreditaban esa unión. ¡En los pueblos nos conocemos todos! (se ríe).


¿Ha intervenido en muchos conflictos entre vecinos?

Sí, bastantes veces. Unas veces por la apertura en la casa de una ventana ilegal y el vecino de enfrente

reclama tapar; y otras porque han hecho un tejado y, al ser el techo de madera antigua, corre riesgo de hundimiento.


¿Cómo define la paz un hombre de Albanchez?

En los pueblos pequeños nos conocemos todos, o somos familia. Hay que llevarse bien y dejarse de

discusiones por tonterías, porque nuestra existencia en este mundo es un soplo, y a partir de los 50 años el tiempo va más veloz. La clave para la convivencia entre vecinos está en no retirarse nunca el saludo aunque haya diferencias (se emociona).


¿... Quiere decirnos algo?

Sí... No llegué a conocer a mi padre porque se lo llevaron a la guerra cuando yo tenía tres años y no volvió más. Mi madre fue mi maestra y educadora, me enseñó a ser buena persona y a respetar a todo el mundo sin excepción de sexo, raza o condición.


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