Adiós Térmica, adiós 3 millones de euros

Almería se desindustrializa a pasos agigantados: Cemex en Gádor, Endesa en Caboneras

El director de Endesa en Andalucía, Rafael Sánchez, dio detalles sobre el futuro.
El director de Endesa en Andalucía, Rafael Sánchez, dio detalles sobre el futuro.
Manuel León
11:36 • 17 dic. 2021

Un operario apretó ayer un botón y fenecieron de golpe 38 años de vida de  la Central Térmica de Carboneras, como décadas atrás apagaron la Térmica de Almería donde hoy viven las nuevas familias de la ciudad, como antes cerraron La Celulosa convertida hoy en un nuevo barrio capitalino con promociones de Mañas Cano, como después cerraron la cementera de Gádor que ahí sigue varada en Araoz sin oficio ni beneficio, a pesar de todas las promesas mexicanas y del Ministerio de Industria. Cada vez más empleo estacional en la provincia de camareros de tapas y raciones y de envasadoras de pimiento y calabacín y menos nóminas de catorce pagas.



Ya es historia su agridulce actividad generadora de electricidad - la de la Térmica de Carboneras- como lo es su papel como saco de boxeo recibiendo continuos golpes por su controvertidos efectos contaminantes sobre la población del Levante almeriense; ya es historia también - o pasará a serlo en breve- esa chimenea de 200 metros ribeteada en su cúspide por franjas rojiblancas; y pronto serán historia todo ese sistema de turnos de trabajo, de parada para el bocadillo, entre  calderas, turbinas y alternadores y esa sala de control que parecía como una pequeña NASA llena de pantallas en el corazón de la Central. Y todos esos cargueros que traían carbón de Suráfrica o de cualquier parte del mundo hasta el Puerto de Pucarsa para servir de alimento a las tripas de la gran factoría energética.



Ayer se abría una nueva era en Carboneras, en la mar divina, un nuevo capítulo en la historia de este pueblo de jabegotes, de palangreros, de recolectores del esparto de los Fuentes, un nuevo episodio en el que aún están todas las páginas en blanco. El futuro dirá si Carboneras -el pueblesico- continuará siendo uno de los pueblos con mayor renta per cápita de la provincia o dejará de serlo al perder de golpe tanta nómina industrial y tantas contratas cuya cuenta de resultados dependía de la Central. En total, en torno a 270 familias que dependían de este negocio de ‘fabricar’ electricidad - de ellos 120 empleos directos- para poder, por ejemplo, calentar los hogares en invierno y refrigerarlos en verano.



Ha sido un punto negro contaminante del cielo limpio carbonero la Térmica en estas casi cuatro décadas, sí, a un tiro de piedra del Parque Natural, pero también ha habido algo de farisaico en esa actitud de cargar las tintas -todas las tintas- contra esa Central- sabiendo que  ya no podemos ni sabemos vivir sin una provisión de energía eléctrica estable y equilibrada que ha permitido el crecimiento demográfico y económico de la provincia. De hecho, hasta que no ha estado garantizado el suministro a través de la potenciación de  la línea Órgiva-Las Gabias, el Gobierno no ha autorizado la firma del acta de cierre, vistos los problemas de desequilibrio en el suministro sufridos el pasado invierno.



Quien también va a sufrir esta liquidación de actividad, al menos a corto plazo, es el propio consistorio local: la central proporcionaba casi tres millones de euros anuales al Ayuntamiento de Carboneras vía impuestos y otras fuentes de recaudación, un bocado muy generoso de su presupuesto que ahora se pierde por la gatera. Aunque el alcalde, José Luis Amérigo, junto al resto de administraciones y la propia Endesa, están en plena búsqueda de alternativas a esta clausura como puede ser poner en valor el Muelle que se queda sin actividad como futuro ‘Puerto Verde’. Lo difícil será hacer compatible ese espacio como reclamo turístico junto a un polo industrial vecino, teniendo en cuenta que la cementera de Lafarge Holcim  seguirá funcionando, por ahora.



Pero hay señales para la positividad: está el concurso internacional del Plan Futur-e para el que se han presentado 14 propuestas relacionadas con la economía circular, la acuicultura, los biocombustibles, el turismo y la logística, como alternativa para neutralizar la pérdida de empleos que provoca el cierre de la Térmica. Está también el propio desmantelamiento de una  instalación de casi dos millones de metros cuadrados, que permitirá generar 82 empleos en los próximos cuatro años, con una inversión de 60 millones de euros.



Y está también la viabilidad de un futuro aprovechamiento de los terrenos, cuya parte son concesión, y que revertirán en el municipios,  para el que Endesa ya ha abierto un concurso internacional de búsqueda de proyectos que permitan volver a optimizar los terrenos de la Térmica.



De momento, Endesa proyecta en Almería 1.500 megavatios de potencia renovable con una inversión de 1.200 millones. Por ahora solo hay números y más números, que pueden ser el paso previo a las realidades, para que nadie se tenga que acordar demasiado de la vieja Térmica de Carboneras, esa que ayer dijo adiós después de casi cuatro décadas de cumplido servicio, hasta que los planes de descarbonización y el pago de derechos de emisión por contaminar con C02 la han hecho insostenible desde el punto de vista de la rentabilidad.


La Central que revolucionó un pueblo

Rodalquilar y Carboneras se disputaron en 1981 el emplazamiento de la Central que planeaba el antiguo Instituto Nacional de Industria de la época ucedista de Adolfo Suárez con Ignacio Bayón como ministro del ramo. Ya tenía Carboneras la cementera Hornos Ibéricos desde finales de los 70 y eso determinó el emplazamiento finalmente elegido. De pronto se llenó la comarca de ingenieros, técnicos y operarios para su construcción, cuyos hijos abarrotaron algunas aulas del Instituto de Bachillerato de Vera. Todos tuvimos algún compañero de pupitre llegado de más cerca o más lejos cuyo padre trabajaba en la construcción de la Térmica, que, para una mente infantil, era entonces como decir que lo hacía en algo muy grande y misterioso con un diabólico funcionamiento. Se construyó la carretera de la Venta del Pobre para el trasiego de camiones y también se hizo el Puerto de Pucarsa, antes de que tuvieran uno los propios marrajeros. Su construcción hizo que regresaran muchos emigrantes. Después la Sepi privatizó la Empresa Nacional de Electricidad (Endesa) y la fábrica pasó a manos de Cajamadrid, de la familia Entrecanales y a cotizar en Bolsa, hasta acabar en el portfolio de la italiana Enel, su actual propietaria, quien, crudamente, se gastó 250 millones de euros en desulfurar los dos grupos de 1.120 MW de potencia para eliminar el azufre en la emisión. Un esfuerzo que, con el cierre definitivo, ha sido como gastar un pico en reformar un piso para que luego te desahucien.



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