La temida Guardia Civil de Tráfico

Cuando te paraban los de Tráfico te echabas a temblar

Control de la Guardia Civil de Tráfico en la carretera de Málaga a la altura del puerto pesquero.
Control de la Guardia Civil de Tráfico en la carretera de Málaga a la altura del puerto pesquero. La Voz
Eduardo de Vicente
20:08 • 03 dic. 2023

Entre mis primeros recuerdos infantiles está el de los eternos viajes a Granada en el Renault 4 de mi padre para ver a mi hermano mayor que estaba estudiando allí. Salíamos antes de que amaneciera para sentir que la carretera era únicamente nuestra y teníamos la costumbre de hacer al menos una parada a mitad del camino para estirar las piernas y vaciar la vejiga.



Eran los últimos años sesenta y todavía se cruzaban las curvas del Ricaveral, de las que salías como si te hubieran dado una paliza. Cuando dejábamos atrás aquel temido laberinto era cuando parábamos para ese descanso que también se utilizaba para reponer fuerzas a base de bocadillos. 



Como salíamos tan temprano, podíamos hacer la mitad del viaje sin cruzarnos con nadie, aunque de vez en cuando aparecían en el horizonte, a un lado de la carretera, las temibles sombras de los guardias civiles de Tráfico para meternos el miedo en el cuerpo. Teníamos la sensación de que siempre iban a encontrar un motivo para multarnos, por lo que cuando a lo lejos descubríamos sus relucientes chaquetas de cuero marrón, no podíamos evitar soltar aquella frase tan repetida de “hostia, la Guardia Civil”.



La verdad es que éramos inocentes, tan solo una humilde familia de la incipiente clase media con su coche recién estrenado que viajaba a Granada con el noble propósito de ver a su hijo y de paso llevarle provisiones para un mes, pero aunque sabíamos que no habíamos cometido ninguna infracción ni llevábamos una metralleta escondida en el maletero, siempre nos quedaba la duda de que nos cayera un castigo y que los agentes nos sacaran esa letra pequeña del código de circulación que nadie se había leído. La verdad es que impresionaba encontrarse con la pareja colocada en el arcén, como si estuviera esperándonos para un examen con aquellos cascos de media luna rematados por delante con las gafas protectoras y con aquel guarda cuellos de cuero negro que les cubría la parte de atrás de la cabeza y el cuello como si fuera una melena.



Impresionaba aquella estampa de policías de verdad, de tipos duros como los que veíamos en las películas americanas, con las cazadoras brillantes y la pistola en un costado,  con aquellas botas altas que relucían como si acabaran de estrenarlas destacando por encima del pantalón.



Cuando pasábamos a su altura y nos miraban nos echábamos a temblar, hasta que con un gesto de la mano nos decían que podíamos continuar. Recuerdo una vez que nos pararon de verdad. Nunca podré olvidar aquellos minutos de zozobra, en los que un silencio sepulcral se adueñó del coche, temiendo que nos cayera una sanción. No sé si llegaron a multarnos, pero sí que le echaron una bronca a mi padre porque circulaba a mayor velocidad de lo permitido.



Los guardias civiles de Tráfico aparecieron por primera vez en las carreteras almerienses a comienzos de los años sesenta. La agrupación se había creado en el verano de 1959 cuando fue preciso poner orden en unas carreteras que cada vez estaban más pobladas y donde los accidentes comenzaban a ser un serio problema.



En Almería había puntos complicados donde el trabajo de los agentes de Tráfico era imprescindible. Solían frecuentar la temida carretera de Málaga, que en aquellos años estaba considerada como uno de los tramos más conflictivos de nuestra red vial. Allí iba la pareja a lomos de sus potentes motos, provocando la inquietud de los conductores que temían una posible multa, pero también llevando la tranquilidad en los momentos más complicados. 


Cuando había que cortar la carretera, que solía ocurrir con frecuencia debido a los desprendimientos de rocas en el cerro del Cañarete, allí estaba la Guardia Civil poniendo orden. Cuando ocurría un accidente, allí estaban los agentes auxiliando a los heridos, parando la circulación y escoltando a las ambulancias de camino hacia los centros sanitarios.


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