El inesperado cierre de la tienda más antigua de tejidos

La Plaza de San Pedro se ha quedado sin uno de sus negocios de mayor solera, Olga

José Antonio García Pardo y María Aguado se han pasado media vida detrás del mostrador.
José Antonio García Pardo y María Aguado se han pasado media vida detrás del mostrador. La Voz
Eduardo de Vicente
20:33 • 08 jul. 2023

Olga forma parte de nuestra memoria. Es una de esas tiendas que ha estado siempre presente, donde íbamos de niños con nuestras madres a buscar esa pieza de tela que le hacía falta para confeccionar el traje de fraile del hermano que iba a hacer la Primera Comunión o el vestido de monja de la niña. Por sus mostradores pasaron generaciones de madres y de muchachas que llegaban desde los rincones más apartados de la provincia a por el género que necesitaban para ir haciéndose el ajuar, cuando las bodas se preparaban lentamente. En los años cincuenta, decir Olga era una garantía y sus telas eran famosas entre las clases más humildes y entre la burguesía que empezaba a resurgir. Los vendedores de la tienda recorrían las fiestas de los pueblos y se presentaban en los casinos más renombrados a la hora del baile con las maletas llenas de cortes para ofrecerles la última moda a las damas del lugar. Cuando llegaba el viajante, cesaba la música y las mujeres lo rodeaban como si hubiera llegado el Rey Gaspar.



Olga estaba tan arraigada en la trama comercial de la ciudad que habíamos llegado a pensar que iba a ser eterna, hasta que hace unas semanas nos encontramos con que sus persianas se habían cerrado para siempre y que aquellos escaparates cargados de género que iban mudando de piel dos veces por temporada no volverían nunca más a enseñar al público sus fantasías. La jubilación de su propietario, José Antonio García Pardo, ha precipitado su cierre al no encontrar sucesión, aunque el negocio seguía funcionando y mantenía una clientela fiel.



La historia de Olga va unida a la posguerra más cruda, a aquellos años cuarenta en la que su propietario recorría España de una esquina a otra y se iba a Barcelona para traerse el mejor género y al mejor precio directamente de las fábricas. Su último dueño era una pilar más de la historia de la empresa. Llegó a Tejidos Olga cuando era un niño. En 1965, con doce años recién cumplidos, José Antonio García se colocó de aprendiz en la tienda que entonces estaba instalada en el corazón de la calle Real, bajo la dirección del empresario almeriense Miguel Martín Carmona.



Cuando José Antonio García llegó a la tienda para aprender el oficio, Olga era un santuario para los clientes y una academia para los jóvenes que se iniciaban en el mundo del trabajo. La tienda contaba entonces con nueve empleados y dos aprendices y sus géneros llegaban a todos los pueblos de Almería. Una parte importante de su clientela estaba formada por las mujeres que se desplazaban desde la provincia para llevarse las bobinas de tela para que las modistas les hicieran los vestidos de moda, el juego de sábanas y las cortinas del comedor.



Olga estuvo treinta años en la calle Real, hasta que en 1976 decidió mudarse a la Plaza de San Pedro. En un principio, el traslado iba a ser provisional, mientras se construía un nuevo edificio en la antigua sede, pero como el negocio siguió funcionando a toda máquina, decidieron quedarse en su nueva ubicación. La aventura no empezó con buen pie, ya que en septiembre de 1976, en la madrugada del mismo día en que se inauguraba el establecimiento, sufrió un robo nocturno por un valor de 600.000 pesetas. Los ladrones la tomaron con Olga, que fue asaltada dos veces más, la última vez en 1978, llevándose un botín valorado en más de un millón y medio de pesetas.



A pesar del mal comienzo por culpa de los robos, Olga remontó el vuelo y volvió a convertirse en una de las tiendas más importantes de su ramo. En los años ochenta, cuando a su fundador le llegó el momento de jubilarse, el negocio pasó a las manos de su más fiel empleado, José Antonio García Pardo, que trabajando mano a mano con su esposa, María Aguado, ha seguido haciendo historia y manteniendo en pie la nave en tiempos de grandes crisis económicas y en los días más amargados de la última pandemia.





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