Ambrosio, el hombre bueno que hizo felices a miles de almerienses

Un ilustrísimo Señor en la vida y en el periodismo deportivo pero, sobre todo, un hombre bueno

Ambrosio Sánchez ha fallecido a los 77 años.
Ambrosio Sánchez ha fallecido a los 77 años.
Pedro Manuel de La Cruz
22:27 • 18 mar. 2023

El Escudo de Oro de la provincia que el presidente de la Diputación le entregó en medio de la emoción de todos y su ya debilitada salud me ofreció la oportunidad de decirle que, tras más de cuarenta años de practicar el periodismo, la travesía profesional que habíamos compartido en la nave de este periódico que siempre fue el suyo, me había regalado dos experiencias únicas de las que sólo él podría ser el protagonista. La primera, contemplar desde el asombro inesperado como su llegada a un pabellón o a una pista deportiva paralizaba el partido para que hiciera su trabajo. La segunda, que era la única persona que la vida me ha regalado conocer de la que nunca escuché a nadie hablar desde el reproche, la crítica, el rencor o la desconsideración. 



Ambrosio Sánchez jugó ayer el último segundo del último partido de su vida y, como ya sabemos, la vida es un partido que siempre acaba mal. Aunque Ambrosio sí ha sentido su paso por ella como un triunfador de afectos y un campeón de cariño. Y lo sabía. 



Lo supo desde el primer día que se abandonó las canchas de baloncesto y se echó a recorrer todos los rincones en los que un grupo de jóvenes estuviera practicando deporte. La modalidad en que lo hicieran le fue siempre indiferente. Correr, nadar, con las manos, con los pies, con una raqueta o con un guante, siempre que fuera con el corazón, allí estaba Ambrosio para recoger la alegría de la victoria o el desencanto en la derrota y escribirlo para la eternidad en las páginas de su periódico. 



Pudo haber recorrido escenarios deportivos de élite de los que escribir, pero él eligió siempre bajar a pie de pista antes que subir a la altura hipócrita del palco. 



Esa fue y será su grandeza. Era, como en el verso de Miguel Hernández, alto de mirar a las palmeras y de compartir afición y amistad con las estrellas del baloncesto, su debilidad compartida con Pascual, su hermano y compañero del alma y de afición.



Y, como en otro verso del mismo poema del poeta, la basura nunca encontró espacio en su corazón. 



Quiso tanto a todos, que todos acabamos queriéndolo tanto y de forma tan sincera que sentirse querido lo hizo inmensamente feliz. 



Una felicidad acumulada por los casi doscientos reconocimientos públicos- sus placas, de las que tan orgulloso se sentía- que recibió a lo largo de su trayectoria periodística. Aquella tarde en el espacio conmovido del patio de la Diputación le dije con ironía que podía presumir de ser el almeriense más homenajeado. La ternura de su sonrisa fue su respuesta. 


Hoy y en su adiós, miles de aquellos niños y de aquellas niñas que ya son mujeres y hombres le recordarán recuperando desde la esquina del corazón en la que se guardan los afectos más sinceros las páginas de La Voz en las que aparecieron como protagonistas. Esa fue su grandeza.


La grandeza de hacer feliz miles de mañanas a esos miles de deportistas de cantera que nunca aspiraron a llegar a ser estrellas pero que se sintieron felices cuando al leer este periódico vieron su nombre y el de sus compañeros de equipo esculpidos en las páginas para la eternidad de un periódico. ¡Cuánta grandeza encierra elegir ser pregonero de la sencillez!


Termino esta Carta con la tristeza de su adiós y el consuelo de saber que Ambrosio se ha ido sabiendo cuánto lo queríamos.


Ambrosio Sánchez fue un ilustrísimo Señor en la vida y en el periodismo deportivo pero, sobre todo, fue un hombre bueno en el machadiano sentido de la palabra bueno. 


Y nada ni nadie borrará su recuerdo en las páginas de La Voz ni el cariño que se ganó de todos los que tuvimos la fortuna de conocerle y quererle.


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