El delicado cambio de ciclo de la Plaza

El intento de recuperar la vida del centro de la ciudad abriendo la Plaza por la tarde fracasa

La Plaza de Abastos en un desierto por la tarde.
La Plaza de Abastos en un desierto por la tarde. La Voz
Eduardo de Vicente
19:26 • 04 jun. 2022

Ha sido un mes de mayo complicado para muchos vendedores del Mercado Central, que han visto caer las ganancias de forma pronunciada. Solo los sábados han salvado las ventas. Ha sido un mes de mayo de puestos vacíos, de grandes lagunas y de mucha incertidumbre. 



Los más optimistas creen que se trata de una crisis puntual que puede estar relacionada con la vuelta masiva de las comuniones, las celebraciones y los gastos que conllevan. En los dos años duros de la pandemia: mayo de 2020 y 2021, la Plaza había conseguido mantener un nivel parecido de negocio a lo largo de toda la campaña, pero en este mayo el bajón ha sido considerable.



Nuestro Mercado Central está atravesando por un cambio de ciclo cuyo destino es incierto. La Plaza ya no es el punto de referencia por donde media ciudad pasaba a lo largo de la mañana. El centro de la ciudad ha perdido fuerza comercial y también ha perdido vida vecinal en los últimos años. Ya no está tan poblado como hace tres décadas porque ha ido envejeciendo, porque desaparecieron las familias numerosas que se nutrían a diario de los puestos del Mercado Central y porque la mujer, que era la que tradicionalmente iba a comprar por las mañanas, se ha incorporado mayoritariamente al mundo laboral y se ha tenido que abrir nuevos caminos para llenar la despensa. Antes se compraba todos los días, ahora se hace una gran compra a la semana.



La Plaza se encuentra ahora en tierra de nadie. Cuando se queda un puesto vacío  se queda de verdad y no se renueva inmediatamente como ocurría hace años, cuando había lista de espera para ocupar una barraca. El cartel de se traspasa está presente en todos los puntos cardinales y allí donde desaparece un puesto queda un vacío esperando que llegue ese relevo generacional que viene de la mano de los bares.



Cuando un vendedor echa el cierre porque le ha llegado la jubilación, es difícil que venga detrás un heredero. Los hijos ya no quieren continuar con una profesión que exige un gran sacrificio y que está sufriendo en sus carnes la crisis comercial que desde hace unos años se ha cebado con el centro de Almería. Ante esta situación, el destino del Mercado Central apunta a una reconversión del negocio, al desembarco masivo de la hostelería, tal y como ha sucedido en la circunvalación. Hace cuarenta años el anillo de la Plaza estaba lleno de puestos y hoy mandan los bares. La Plaza tenía una vida mañanera y hoy se prolonga hasta la madrugada en las terrazas de los nuevos establecimientos.



Esta eclosión de bares es una respuesta a lo que demanda la población. Manda el tiempo libre, el ocio, y se imponen los negocios de hostelería que son los únicos que pueden animar la decaída actividad comercial del centro de la ciudad. Tal y como está el panorama la única posibilidad de triunfar en el centro es poniendo un bar y de ahí la iniciativa de los empresarios que han puesto en marcha  los proyectos de Santa Madona, La Consentida, Camerino y el Tomate, rodeando la circunvalación de la Plaza. Quién sabe si el destino del Mercado Central será también el de la hostelería, viendo la decadencia de los puestos tradicionales. Hubo un intento por parte de las autoridades municipales de recuperar la Plaza y de paso darle un empujón a la vida comercial del centro, cuando hace cinco años, en noviembre de 2017, se tomó la decisión de abrir por la tarde. 



Para incentivar a los vendedores se les propuso una bajada de tasas y para motivar a los compradores se empezaron a organizar  actos culturales y gastronómicos y se le ofreció el caramelo de regalarle una hora de aparcamiento en Obispo Orberá. Había que adaptarse a las costumbres del nuevo consumidor que no podía desplazarse por las mañanas a comprar, pero la medida ha sido un auténtico fracaso. 



La Plaza por la tarde es un desierto. Solo permanece abierto un puesto, además del supermercado que funciona en el sótano. Ni los pases de modelos, ni las demostraciones culinarias han servido de aliciente al vendedor ni han cambiado las costumbres de los parroquianos.


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