“Rocío Carrasco tiene derecho a contar su historia, otra cosa es el plató”

Entrevista con Miguel Lorente, forense y exdelegado del Gobierno contra la violencia de género

Miguel Lorente, en una imagen de archivo de una entrevista anterior con La Voz
Miguel Lorente, en una imagen de archivo de una entrevista anterior con La Voz La Voz
Antonia Sánchez Villanueva
07:00 • 04 abr. 2021

El forense almeriense Miguel Lorente Acosta (Serón, 1962) llegó a la conciencia sobre la desigualdad de las mujeres y la lacra de la violencia de género desde su experiencia como médico. Forense, profesor de Medicina Legal en la Universidad de Granada, investigador con decenas de libros y artículos científicos en su haber, conferenciante, divulgador, y ex delegado del Gobierno contra la violencia de género, es uno de los mayores expertos de España en la materia. Estas son su reflexiones sobre el momento que atraviesan la igualdad y la violencia hacia las mujeres en tiempos de pandemia. 



¿La pandemia está teniendo efectos directos, medibles, sobre la igualdad? 



Sí, hay una especie de refuerzo de valores vinculados a lo masculino, una toma de referencia sobre quien históricamente ha tenido el poder de las decisiones. Luego hay un impacto en trabajos donde hay una gran feminización. Y ha habido un elemento protagonizado por mujeres: el 70% de las personas en el ámbito sanitario son mujeres y ha habido un refuerzo de esa idea de los cuidados, pero no se ha detenido la sociedad a tomar conciencia de por qué hay un 70% de mujeres en el ámbito sanitario y en las tecnológicas, las ingenierías, las matemáticas es lo contrario. No ha habido una crítica sobre ese papel ausente en los cuidados por parte de los hombres.



¿Hemos retrocedido?



Todavía estamos en mitad de un cambio social, pero va a depender de cómo lo hagamos, si va a ser en un sistema donde se reivindiquen los cuidados pero para que las mujeres los hagan sin que los hombres nos incorporemos. Se están mandando mensajes para que las personas que cuidan, cuiden, y las personas que cuidan históricamente son las mujeres. De hecho está pasando que muchas mujeres entiendan que es más importante estar pendiente del cuidado de hijos e hijas y de mayores, en lugar de tener un trabajo precario, aunque te permita realizarte. Si no se toman medidas y se mandan otros mensajes, al final retrocederemos hacia posiciones mucho más tradicionales.



¿Se ha asumido como natural que sean las mujeres las que renuncien si, por ejemplo, los hijos se quedan en casa por cuarentena?



Sí. Lo que hace cualquier situación de estrés, y la pandemia ha sido un estrés a los elementos que nos definen como sociedad, es reforzar los pilares. El sistema lo que ha hecho ha sido reforzar sus elementos esenciales, y entre esos están las tareas de cuidado. El sistema presume que se puede hacer una docencia on line porque la mujer va a estar en casa, no porque el hombre va a estar en casa. 



¿Esta situación de estrés ha puesto al descubierto que los avances en igualdad no están consolidados? 

  • Claro, la igualdad se va consiguiendo porque las mujeres la estáis consiguiendo, no porque el sistema la esté consiguiendo. Se hacen leyes pero no tanto para crear igualdad como valor, sino para corregir desigualdades: que las mujeres se incorporen a puestos de responsabilidad, que no haya brecha salarial, que no haya discriminación, que no haya acoso, que no haya violencia. Evidentemente se genera igualdad conforme se va construyendo todo esto. Y todo lo que se está consiguiendo es porque las mujeres, sin renunciar a lo que habéis hecho históricamente, estáis asumiendo tareas que históricamente habían sido desarrolladas por los hombres. 


¿El confinamiento ha creado contextos propicios para la violencia de género?

Sí. El confinamiento ha sido la tormenta perfecta para un maltratador. La gente piensa que el objetivo de la violencia de género es producir daño a la mujer. Pero el objetivo es controlar, dominar, someter a la mujer. El confinamiento y la pandemia han supuesto ese espacio idóneo para controlar, dominar, someter, a costa de aumentar el riesgo, porque estas mujeres van a salir de la violencia en cuanto puedan, y cuando salen, la probabilidad de una agresión grave es mucho más alta. El trimestre de menos homicidios de toda la serie histórica ha sido el del confinamiento, con cuatro. En junio o julio, cuando empieza la gente a salir, de repente ocho homicidios. Después se ha vuelto a reducir como consecuencia de la segunda y de la tercera ola. El riesgo se está acumulando y se va a disparar en el momento en que cambie. 


¿No debería haber una previsión de recursos y de políticas públicas, previendo que esto pueda pasar?

De hecho se han adoptado medidas, pero hay que adaptarlas más a la realidad. No sólo facilitar la comunicación con los servicios de información. Se ha producido un incremento importante del número de llamadas, pero, al mismo tiempo, ha habido un descenso de casi el 15% de denuncias, porque no podían ponerla y volver a donde están sufriendo esa violencia. Hay que buscar el contacto individualizado para planificar una salida de la violencia atendiendo a las circunstancias. Y podemos hacerlo porque estas mujeres tienen contacto con los servicios sanitarios. Tenemos que detectarlas, dirigirnos a ellas y acompañarlas para poder romper con la relación y luego poner la denuncia. 




¿Por qué se ha puesto tanto en el acento en el 8 de marzo este año y el anterior en relación con la pandemia? ¿Ha sido interesado?

Totalmente. Escribí un artículo en ese sentido. Esa misoginia lo que busca es amplificar el mito de la Eva perversa. Pero el año pasado no se demostró una mayor incidencia y además coincidieron actos de todo tipo donde había concentraciones amplísimas. Lo más significativo es que todos los años se ha criticado con distintos argumentos la manifestación del 8M. Este año el mismo 8 de marzo estaban los aficionados del Atlético Madrid recibiendo, sin mascarillas y todos juntos, a su equipo en las puertas del estadio, y nadie dijo nada. Luego hay mucho de construcción cultural alrededor de este tipo de posiciones. 


¿La falta de toma de conciencia de una parte de las mujeres es uno de los grandes escollos para avanzar? 

No, el ser hombre o ser mujer no es una cuestión exclusivamente biológica. Lo que define a un hombre no es su testosterona ni su cromosoma Y, sino la cultura en la que ha desarrollado su identidad. Si hay algo que está cambiando es esa transformación de las mujeres de una manera intergeneracional, aunque la manera de entender esa implicación por la igualdad sea diferente. Pero no veo ese rechazo, a pesar de que la ultraderecha utilice a sus diputadas para manifestar las críticas contra la violencia de género. Son estrategias de comunicación muy perversas y manipuladoras. No me he encontrado a ninguna mujer conservadora que no reconozca las situaciones de discriminación y desigualdad. 


¿Lleva razón la candidata de Más Madrid que dice que la política no necesita más testosterona?

Totalmente. Es importante que las mujeres estén en la toma de decisiones y además en la posición de liderazgo para dos cosas. Una, romper con muchos estereotipos que las presentan como incapaces. Y dos, para aportar su visión. Un artículo en el New York Times hacía referencia a un estudio donde hablaba de que las mujeres votan pensando en el bien de la comunidad, mientras los hombres lo hacen más pensando en su interés particular. Esa es la diferencia. Y eso es lo que el machismo no quiere porque supone perder su construcción, donde el hombre tiene privilegio a nivel individual, pero también en las estructuras que dan poder y beneficio económico. 


¿También existen estas posiciones en la izquierda?

Es cultura, está antes que las ideas, es identidad. La Rusia comunista era machista, cambiaba el orden, pero era el modelo jerárquico de poder, de explotación, de acumulación de poder o riqueza, la China comunista de Mao, todos eran machistas, todos. Y en el momento actual, es verdad que las posiciones políticas de izquierda han hecho una reflexión mucho más feminista, por el feminismo. Yo siempre he dicho que la diferencia entre un partido de derechas y un partido de izquierdas no está en el número de machistas, sino en el número de feministas.


¿Y qué calificativo le merece el comentario del diputado sobre ascender por colgarse de una coleta?

Si un diputado como argumentación política es capaz de utilizar ese ejemplo, demuestra lo normalizado que está el machismo. El machismo es cultura, no es conducta, y la gente piensa que es algo que hacen algunos hombres en determinadas circunstancias y que superan determinado nivel de aceptabilidad. Es un error porque el machismo es la cultura que hace que eso suceda, incluso que tenga límites de aceptación dentro de la propia norma. Refleja muy gráficamente cómo se puede llegar a pensar que las mujeres cuando tenéis una responsabilidad es porque habéis sido novias de o porque os habéis acostado con alguien. 


¿A cuáles de nuestros modelos socioculturales habría que ponerle la etiqueta de muy negativo para la igualdad? 

Todo lo que sea consolidar el modelo tradicional, patriarcal, androcéntrico, es negativo, porque no cuestiona nada. Pensando en la gente joven yo creo que todo lo que sea audiovisual es lo que más impacta porque entra directamente sin filtros, y además con mucha armonía. Oyes una canción de reguetón diciendo barbaridades en cuanto a la cosificación de las mujeres, y es lo que habitualmente se ve, lo que refleja la publicidad, una serie o una película. Y ahora mismo lo centraría en las redes sociales porque están facilitando mucho ese refuerzo del modelo tradicional de mujer cosificada y chico gallito dominante. 


España está casi dividida entre Rocío Carrasco y su ex marido. ¿Narrar así unos hechos de maltrato ayuda a eliminar la lacra o entorpece?

Entorpecer no. Son dos cosas. Una es la experiencia de Rocío Carrasco. El machismo no quiere que se hable de violencia de género. Y con esa idea alegan que se está acusando a un hombre de maltratador. Pero aquí estamos hablando de Bárcenas, de abusos sexuales en la Iglesia, y nadie dice que no se hable de eso. Las mujeres tienen el derecho a contar su historia, no podemos imponer un silencio, cuando este tema se caracteriza precisamente por la invisibilidad. Otra cosa distinta es la instrumentalización de ese relato. En el programa de Rocío Carrasco el objetivo no es el documento, sino el plató y las tertulias. Eso no es positivo. Concienciar sobre casos puntuales genera una respuesta más emocional que cognitiva, muy intensa, pero muy corta Si queremos concienciar, tenemos que decir que hay muchas mujeres anónimas sufriendo esa situación, que lo cuenten, pero no pensar que la violencia de género es lo que le pasa a Rocío Carrasco o a una persona puntual. Tenemos que evitar que se instrumentalice. 




¿Lo cuestionable entonces es la espectacularización del documental? 

Claro. La expectación que había con el programa de Rocío Carrasco no era la violencia de género que ella relata, era la historia con su exmarido, la separación, los niños, acusaciones cruzadas, todo lo que envuelve al personaje de Rocío Carrasco. La gente no estaba esperando una historia de violencia de género. Pero ojo, es que según está apareciendo en las propias personas de plató, esa violencia de género la conocían desde hacía años y no han dicho nada. Esa coherencia es la que tenemos que poner de manifiesto. 


Como consecuencia de este documental se ha vuelto a plantear el debate sobre el controvertido síndrome de alienación parental. ¿Existe o no existe?

No, no existe el síndrome de alienación parental ni nada parecido. No es que haya padres que se lleven mal con los hijos, ni hijos que se lleven mal con los padres o las madres, eso pasa. Lo que significa es que donde hay una relación afectiva, de repente el otro progenitor consigue solo a base de mensajes de carácter cognitivo, que se rompa. Cuando hay un rechazo de los hijos a un progenitor tenemos que ver cuáles son las causas. En Supervivientes, Rocío Flores lloraba recordando a su madre, luego ahí hay un lazo afectivo. Alguien muy interesado está intentando recuperar el síndrome de alienación parental, cuando esto es más complejo que una comedura de coco.  


En uno de sus libros dice que la mejor manera de acabar con la desigualdad es la renuncia a los privilegios que nacen de la injusticia, pero es raro que alguien renuncie a un privilegio de manera voluntaria. ¿Es optimista? 

Todavía más difícil si no se ve como privilegio, sino como condición. Las políticas de igualdad o la concienciación, incluso el programa de Rocío Carrasco, sirven para tomar conciencia de una realidad que se niega, pero está ahí. El problema es que los hombres saben perfectamente que hay una construcción de poder injusta con privilegios, y la defienden muy bien. Yo llevo más de 30 años de forense y nadie ha pedido que se hable de violencia contra los niños o contra ancianos hasta que se ha hablado de violencia de género. ¿Qué es lo que ocurre? Que los hombres no quieren reconocer todos los privilegios porque los consideramos propios o porque los tenemos a cambio de asumir la protección de la familia. Creo que a los hombres hay que exigirles un cambio y responsabilidad por acción o por omisión. La neutralidad no existe, o se hace algo para que cambien las cosas o eres responsable por omisión. 


Una frase de ultimo cuño: “Yo creo en la igualdad, pero… ¿no os estáis ya pasando?” ¿Qué revela?

Revela primero la inconsciencia de lo que es la desigualdad. Y segundo, creer que es una concesión, presentándote como el gestor de la realidad. El machismo es la primera fake news, en el sentido de que parte de la premisa de que la condición masculina es superior, y a partir de ahí los hombres decidimos qué es lo bueno y lo conveniente para toda la sociedad. Con la llegada de las mujeres se demuestra la mentira. Y por eso el machismo ve el riesgo. Porque la igualdad no es que haya el mismo número de mujeres y hombres, es que el valor que defina la convivencia sea el de la igualdad. 



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