El primer almeriense que llegó a ministro

Francisco Figueras, hijo de recaudador, alcanzó tal rango tras combatir a los franceses

Francisco Figueras,  con su uniforme del Estado Mayor, en un grabado de Chamorro.
Francisco Figueras, con su uniforme del Estado Mayor, en un grabado de Chamorro.
Manuel León
10:06 • 12 ene. 2020

El primero fue él, aunque para la posteridad haya pasado como un completo extraño en la tierra que le vio nacer. Después se sumaron los hermanos alhameños –Nicolás y Francisco- el virgitano José Barrionuevo y, hasta hace unos días, el hijo de un gasolinero de Pulpí llamado José Guirao. Pero el primer almeriense que alcanzó rango de ministro fue este personaje de aspecto achaparrado y marcial llamado Francisco de Paula Figueras Caminals sin calle que lo bendiga. 



Nació en 1786 en la Plazuela de Abellán- hoy Plaza del Pino- junto al Hospital Provincial- dentro del censo de calles de la Parroquia del Sagrario, según el Padrón de Vecinos de la las cinco parroquias de Almería, de 1795, en una ciudad aún amurallada y conventual, llena de pendencieros nocturnos, de senderos pedregosos y epidemias bíblicas, en la que todo estaba en manos de puches, Pérez y percevales. 



Su padre, Mariano León de Figueras, era un catalán oriundo del pueblo de Riudoms y su madre una aragonesa del Calatayud de la Dolores llamada Teresa Caminals. El progenitor, funcionario público, había sido destinado unos años antes del nacimiento de su hijo, por la Real Hacienda de Carlos III, a la Administración Subalterna de Almería, dependiente de la Intendencia de Granada, como fiel recaudador de impuestos.



Se ocupaba de administrar la entrada y salida de mercancías y alimentos estancos en la antigua Puerta del Sol, justo donde hoy luce el altivo ficus del Paseo.  En ese tiempo, en ese denominado siglo de las luces, a punto de estallar la Revolución Francesa, nació Francisco, siendo regidor Antonio Puche y alférez mayor, José Careaga. Era una Almería aún muy despoblada, dependiente administrativamente  del Reino de Granada, que sufrió dos terremotos en los que se hundieron muchas casas: el de 1790 y el de 1803 en los que  por toda la ciudad se habilitaron tiendas de campaña ante el temor vecinal a los derrumbes y el obispo Claudio Sanz cantaba los responsos en la Plaza catedralicia.



Con 16 años, el almeriense decidió emprender la carrera militar y en 1802 obtuvo gracia de cadete en el Regimiento de Navarra. Pasó a servir después en el Real Cuerpo de Ingenieros en Murcia desde el que guarneció al Campo de Gibraltar, tomando parte en la campaña de Portugal en 1807. A partir de ese año luchó en la Guerra de la Independencia y volvió a merodear su tierra natal  tomada por el ejército francés, enfrentándose a los generales Goudinot y Belair. Participó como teniente en la célebre Batalla de Bailén y en la retirada de Ocaña. Ascendió a capitán en 1810 y pasó a servir en el Cuerpo del Estado Mayor combatiendo a los gabachos de Napoleón en Sierra Morena  y participó en 1812 en la defensa de Cádiz y bajo las órdenes del general inglés aliado Wellington



Su hoja de servicios no admitía tregua como uno de los héroes militares de la Guerra de la Independencia, siendo nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército de Aragón a las órdenes de Palafox. Ya como coronel participó en la I Guerra Carlista combatiendo a los absolutistas en Navarra y Cataluña, aunque fue sorprendido y vencido por Zumalacárregui en Eraul. 






Francisco Figueras era un liberal  y en las revueltas de los años veinte del siglo XIX contra el rey felón se incorporó al ejército del general disidente Ballesteros que intentaba frenar la llegada de los franceses Cien mil hijos de San Luis, justo cuando en ese verano de 1824 Los Coloraos desembarcaban  en su ciudad natal con suerte contraria. Por ello, el hijo del rentero almeriense tuvo que pasar un proceso de depuración. Años más tarde, tras pasar una temporada con sus ancianos padres en Almería, no solo fue purificado para el ejército, sino que por real cédula se le concedió la Cruz de San Fernando a la que había sido propuesto por el general Wellington por los servicios prestados durante la Guerra de la Independencia y fue ascendido a teniente general. En 1840 fue nombrado gobernador militar de Madrid y en 1843 capitán general de Andalucía. Volvió a obtener laureles de San Fernando por la defensa de Sevilla durante la sublevación de Espartero en julio de 1843. 


El almeriense fue uno de los pocos militares que consiguió poner freno al general español célebre por su testosterona, quien como regente, durante la minoría de edad de Isabel II, cometió desmanes contra la Constitución  y provocó la rebelión de los ayuntamientos. Figueras consiguió mantener intacta Sevilla y Espartero huyó precipitadamente al Puerto de Santa María en donde embarcó en un buque inglés.


Fue nombrado consejero real de Isabel II, senador por Baleares, Valencia  y Sevilla. Entre 1847 y 1851, y también en 1857, fue designado ministro de la Guerra con Narváez. Cuentan que al menos dos veces al año preparaba diligencia y caballos de refresco en la caballería del ministerio, que estaba en el Palacio de Buenavista frente a la Cibeles, para viajar hasta la querida Almería de su niñez.  Por Decreto de  julio de 1849 fue nombrado I Marqués de la Constancia y Vizconde de Casa Figueras para sí. Le sucedió en el título su hijo Francisco Figueras y Figueras, coronel de Infantería y después su nieto, Francisco Figueras Pacheco. El actual poseedor del título nobiliario originado en Almería es Fernando Figueras y Pedemonte. 


Francisco de Paula, el  hijo del rentero, pasó sus últimos días en Granada, con su esposa María de los Ángeles Figueras, plaza donde falleció en 1858 y donde se le había encomendado la Capitanía General. Tenía 72 años el protagonista almeriense de esta historia, quien cuajó una imponente biografía y que como bibliófilo llegó a reunir una lustrosa biblioteca, algunos de cuyos volúmenes de época aún se pueden encontrar con su exlibris en el portal especializado Todocoleccion. 



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