Adiós a un profesor y pintor de Garrucha

Manuel León

Antonio Rodríguez Lozano

  • La Voz

Toda la vida le persiguió a Antonio el sobrenombre de ‘el hijo de don José el médico’. Eso tienen los pueblos, que todo el mundo te conoce por el padre o por la madre. Pero él, tímido e introvertido, lo llevaba bien. Ser hijo de una eminencia local a veces es un paraguas, a veces una vara de medir.


Se ha ido este garruchero nacido en Cantoria demasiado pronto, a los 65 años, después de haber alcanzado el jubileo, después de tres décadas como profesor de inglés en el instituto Alyanub de Vera y en el de Garrucha. Por sus aulas pasaron multitud de alumnos de los que intentó siempre sacar los mejor. Vivió casi toda su vida en uno de los mejores lugares del mundo: enfrente del Malecón, enfrente de la playa, viendo a las vacas entrar por la bahía por la tarde y a las traíñas encender el bote lucero de madrugada entre las olas. En ese paisaje marino y en ese aroma a algas fue creciendo Antonio, en una de esas casitas de Amando Roca, donde su padre José Rodríguez y su madre María Lozano formaron un hogar, donde su progenitor instaló su consulta médica, donde íbamos los niños cuando se nos desgobernaba un hueso o los mayores cuando tosían demasiado. Al lado tenía como vecino a don Ginés el practicante. Era ese trozo de Paseo como la milla sanitaria de Garrucha. 


Se ha ido demasiado pronto Antonio, cuando más disfrutaba de sus aficiones como la colección de monedas que heredó de su padre o como la pintura, formando parte desde su fundación del Colectivo Almagrera que activó su buen amigo y compañero de estudios en el Colegio Sacromonte de Granada, Federico Moldenhauer Carrillo; se ha ido Antonio de una enfermedad terminal, cuando aún le quedaban muchos mares que pintar al óleo desde su estudio del Malecón de Garrucha.