La Voz de Almeria

Economía

El hombre que apagó la sed de Pulpí

Lorenzo Belmonte compraba tandas de agua con 18 años y tenía 150 peones a su cargo; hoy preside el gigante Primaflor y da empleo a más de 2.000 familias en el campo y su pueblo lo ha nombrado Hijo Predilecto

Lorenzo Belmonte Navarro (Pulpí, 1939) es ya Hijo Predilecto de su pueblo.

Lorenzo Belmonte Navarro (Pulpí, 1939) es ya Hijo Predilecto de su pueblo.

Manuel León
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Lorenzo es Pulpí; Belmonte, es agua; y Navarro es esfuerzo bajo el sol, junto a un gallinero y un huerto de alfalfa de recuerdo infantil y es la huella de su madre. A Lorenzo -el de las lechugas, el de Primaflor, el de la tuberías del Negratín- le han nombrado Hijo Predilecto en su pueblo, que es tanto como decir que lo han nombrado Sumo Pontífice de su huerto y de su higuera, como nombraron a Miguel Hernández de las suyas en Orihuela.

A Lorenzo Belmonte Navarro (Pulpí, 1939) la Corporación Municipal en Pleno le nombró ayer, por unanimidad de escaños -en un día que amaneció dando un tembleque- oriundo distinguido. Por todo lo que ha hecho, por todo lo que ha venido fabricando con ese sol y esa agua y esos centenares de brazos a los que ha dado peonadas y empleo para levantar familias a cambio de un jornal de trabajo. Lorenzo ya es Predilecto -ya lo era, llega tarde el título, se han dormido las últimas corporaciones pulpileñas como se durmieron con el Pastorcico y con el pintor Pedro Antonio y como uno piensa que se están durmiendo con Pepe Guirao (como no se han dormido con el sacerdote Jesús Peregrín)- aunque su vida seguirá siendo la misma: sus lechugas, como antes fueron sus claveles; sus coles chinas y sus sandías, como antes fueron sus gladiolos y sus rosas. Aunque viva ya un poco retirado del fragor de los kilos y de los palets, un empresario no se retira nunca, como nunca se retira un guitarrista. Lorenzo nació sin guitarras y sin pianos; nació en un hogar elemental, en una casa con economía de subsistencia donde había una pequeña huerta sembrada de alfalfa para los conejos, donde había cabras que daban leche y cerditos de engorde. En ese tiempo, Lorenzo vendía verdura e iba a por agua buena al aljibe de la campana a cinco kilómetros. Se dedicó también a la fotografía, a aquella fotografía de película Kodak y cuarto oscuro. Y con solo 18 años comprobó lo despierto que era el veterinario Cecilio Peregrín y lo metió como encargado de una finca de tomates con 150 jornaleros a su cargo. Le dio Peregrín libertad para sembrar y recolectar como quisiera, hasta que a la vuelta de la Mili en Canarias, Lorenzo se fue inmiscuyendo más en la empresa, convirtiendo, poco a poco en socio de los hermanos Cecilio y Antonio Peregrín y creando, ya en los 70, ese portaviones del agro almeriense que es Primaflor.

Constituyeron la primera Comunidad de Regantes sin agua, fiándolo todo a una incierta toma del Trasvase del Tajo Segura. Y se pusieron a cultivar flores en aquellos años. Y después lechugas y coles y brócolis y toda suerte de verduras de hoja verde, con los pozos cada vez más sedientos. Nadie ha hecho más con menos que esta gente irredenta de Pulpí, quienes, con el agua de una palangana son capaces de saca dos palets de Iceberg. Llegó y se fue aquel Plan Hidrológico Nacional; y llegó la oportunidad del Negratín que pagaron los regantes con un préstamo colectivo y que ha sido una de las obras más rentables de la historia de la provincia, a pesar de que los 50 hectómetros estén suspendidos por la sequía. Templado con los labios, Lorenzo, arrojado con las acciones: se fue hace unas décadas a Israel, a ver cómo regaban allí y se trajo el invento del gotero al Levante almeriense. Y constituyó la empresa Primaram para vender este novedoso sistema de aprovechamiento hídrico, que ha sido para Almería como un paquete de cromos a la puerta de un colegio. Un día se sentó en un bar de Adra, La Caracola, y vendió diez unidades en una misma tarde a los invernaderos abderitanos.

El agua ha sido la obstinación de Lorenzo, como la de aquel Juan del Aguila de la Caja Rural, como la de tantos emprendedores de agro almeriense. No ha descansado, Lorenzo, hasta que no ha tenido agua. Sigue sin descansar porque 2.000 familias, 2.000 jornales de padres y madres, dependen de esa agua para regar tanto campo de Pulpí y de Granada y del sur de Inglaterra, porque allí también tiene tierras de labor la pulpileña Primaflor.

Aún recuerda Lorenzo cuándo fue por primera vez a comprar agua -que es tanto como cuando Aureliano Buendía conoció el hielo de la mano de su padre. Solo que él fue sin padre, solo con su bisoñez y su inteligencia congénita. Las tandas de los pozos se compraban en pública subasta y había que saber pujar sin prisa pero sin pausa. Una hora de agua valía entonces mil pesetas y un jornal 25 pesetas.

Él sabía -y sigue sabiendo- que Pulpí, su pueblo, del que es ahora predilecto hijo, no es nada sin agua. Impulsó el asociacionismo a través de la Cámara Agraria y consiguió agrupar a los regantes a través de un acuerdo del Consejo de Ministros sumando 24.000 hectáreas. Porque la unión siempre hace la fuerza.

Después llegaron las exportaciones, la fábrica de León, el arroz del Gudalquivir, la verdura cortada, lavada y preparada. Y el empleo, siempre el empleo, los jornales, como a él le gusta decir. Van tomando la batuta las siguientes generaciones de estos fundadores, principiadores de todo. Del todo o nada que se jugó Lorenzo cuando se embarcó en proyectos como Primaflor, como el Negratin, como el de aquellos claveles reventones para llevar en la solapa bailando pasodobles en La Fuente. Le salió bien a Lorenzo y a sus socios y hoy su herencia pervive en ofrecer alimentos frescos, como los de su huerta infantil, a personas de 25 países durante 52 semanas al año.

Construyó también una planta de ajos pelados, creciendo en agricultura de precisión, inaugurando en La Canalejas una planta de ensaladas preparadas y otra en León para el suministro al norte de España. Ahora Primaflor suma 6.000 hectáreas, con líneas de alta calidad, gastando 7 millones en innovación en cinco años y facturando por encima de los 350 millones de euros.

Toda una vida de briega, de ensayo, de prueba-error, la de Lorenzo, hasta dar con la alquimia, hasta dar con el día de ayer, 14 de julio, día revolucionario, aniversario de la Toma de la Bastilla, en el que un pulpileño pacífico como él, ha sido reconocido por el pueblo que le vio nacer hace 86 años rodeado de una huerta, una higuera y mucho amor propio. 

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