Franco no sabía nada de los coloraos
Al Caudillo no le agradó que quitaran el cenotafio según contó Jesús de Perceval

Franco, la primera vez que visitó Almería en 1943, detrás tenía al alcalde de la ciudad, Vicente Navarro Gay y a su lado al artista Jesús de Perceval.
La noticia de la visita que iba a realizar Franco a Almería en mayo de 1943 cayó como una losa en el ayuntamiento, donde las autoridades no estaban preparadas para recibir al Caudillo, en un contexto de miseria con la ciudad tratando de levantar cabeza después del desastre de la guerra.
Una de las medidas precipitadas que tomó el alcalde, Vicente Navarro Gay, fue la de echar abajo el monumento a los mártires de la libertad que presidía la Plaza Vieja porque simbolizaba la lucha contra el opresor y podía molestar a las nuevas autoridades del régimen.
Jesús de Perceval, que en aquel tiempo era ya la gran figura artística e intelectual de la ciudad, contaba que a Franco no le sentó bien que hubieran hecho desaparecer el monumento y que cuando el propio Perceval le explicó el caso, y le dijo que se trataba de un suceso del siglo XIX, las palabras del militar fueron rotundas: “Y yo que tengo que ver con los coloraos”.
Las autoridades recurrieron a Perceval para que fuera la figura representativa de la ciudad ante el Caudillo, ya que era un hombre de una preparación superior, acostumbrado a hablar en público y con una retórica rica y atractiva. El pintor estuvo siempre al lado del Jefe del Estado y fue el que trató de ponerle en bandeja la historia y la realidad del pueblo almeriense con pocas palabras. Contaba Perceval la sorpresa de Franco por el derribo del pingurucho y que la causa de esta medida no había sido otra que el miedo, el temor de las autoridades que dirigían el municipio a que el cenotafio que en otro tiempo representó la libertad pudiera considerarse como una ofensa a la dictadura.
Aquel episodio sucedió el nueve de mayo de 1943 cuando un Franco joven, lleno de vitalidad militar, vino a adoptar a la pobre y vencida villa de Almería. Tres días antes de su llegada, dos terremotos de mediana intensidad habían hecho temblar los cimientos de la ciudad. Las autoridades, que tanto esfuerzo estaban poniendo para tenerlo todo controlado, se encontraron con la inesperada respuesta de la tierra en las vísperas de la visita del Caudillo. Se sucedieron las llamadas desde el Gobierno Civil al Observatorio Sismológico, preocupados por la posibilidad de que los temblores pudieran repetirse el día de la visita, pero nadie pudo certificar que la tierra iba a respetar la fiesta. En aquellos días de efervescencia patriótica, las calles se engalanaron para darle la bienvenida a Franco. Para que el Caudillo presidiera y presenciara los actos organizados en su honor, se levantaron varias tribunas a lo largo del Paseo y en la Puerta de Purchena.
En el ayuntamiento se repartieron cientos de banderas nacionales para colgar de los balcones y las patrullas municipales de limpieza se encargaron de quitar de las calles principales carteles y anuncios que ensuciaran las fachadas. Mandaron retirar de la pared del Teatro Cervantes el letrero que anunciaba el estreno en dicho local de la compañía de Mariano Ozores con la tragicomedia de Carlos Arniches ‘El Tío Miserias’, para evitar falsas interpretaciones.
Los sindicatos de trabajadores hicieron un llamamiento a todos sus afiliados para organizar una concentración masiva el día de la visita y un desfile ante el Caudillo. Estuvieron ensayando una semana antes del acontecimiento. Los del ramo de la alimentación se congregaron en la Plaza de San Pedro, los del comercio en Careaga, los de espectáculos en San Francisco, los de la madera en la Plaza del Pino, los de la construcción frente al Hospital, los de hostelería en la Plaza Urrutia y los peluqueros en Conde Ofalia. Por la radio se emitieron anuncios convocando a la población en los puntos por donde iba a pasar la comitiva y se alentó a las señoritas para que vistieran traje regional. La Jefatura Provincial del Movimiento invitó a las muchachas de Almería que tuvieran trajes regionales para que ataviadas con ellos acudieran a recibir al Jefe del Estado al Paseo.
A los mendigos habituales que rondaban los cafés y las iglesias los acogieron en el Asilo para quitarlos de la circulación. Hubo también recogida de maleantes, a los que encerraron durante 48 horas en el viejo cuartelillo del arresto, en la calle Juez. En los días previos a la llegada de Franco, el periódico y las radios locales se encargaron de recordar el decreto de adopción del uno de marzo de 1943 por el que el Caudillo había ordenado que se aplicaran a los barrios extremos y a los suburbios de Almería los beneficios de la ley de adopción por el Estado para aliviar el grave problema de la vivienda, que había alcanzado un grado extremo después de la guerra civil.
Aquella primera visita sí fue un acontecimiento en el que participó casi toda la ciudad, hasta los pobres de solemnidad, para los que Franco tuvo el detalle de donar cinco mil pesetas.