Almería y sus bellos eslóganes
El eslogan que mejor resistió el paso del tiempo fue el de ‘En Almería no serás un extraño’

Pegatina con el eslogan de Almería en el taller de fotograbado en los Vizcaíno, en la calle Gran Capitán. Años 60.
El eslogan que más nos gustaba a los almerienses era el de ‘Almería Costa del Sol’, porque estábamos convencidos de que su autor, el señor Rodolfo Luissnig, dueño del Hotel Simón, se había inspirado en las bondades de nuestro clima y en las maravillas de nuestras costas a la hora de crearlo. La verdad, analizando los documentos históricos, es que el bueno de don Rodolfo no pensó solo en las tierras almerienses cuando puso en marcha el proyecto de ‘Costa del Sol’, él incluía bajo este lema a toda la franja mediterránea, desde Cataluña hasta Cádiz para ponerla en valor de cara al turismo bajo la tutela de un mismo eslogan. Pero aquí nos gustó tanto que quisimos poseerlo en exclusiva, hacerlo únicamente nuestro, aunque nos salió un duro competidor como la provincia de Málaga, que acabó adjudicándoselo por arte de birlibirloque.
Desde entonces en Almería se extendió un sentimiento de frustración y de impotencia porque se decía que los malagueños se habían apoderado del eslogan. Málaga era nuestra vecina solo en el mapa, ya que estábamos mal comunicados por una carretera que en vez de unirnos nos separaba. Ir en coche a Málaga era una aventura en la que había que atravesar interminables tramos de curvas en carreteras mal asfaltadas y tortuosas. Nuestras autoridades, que no tenían ningún peso en el contexto nacional, se quejaban amargamente de este aislamiento y apuntaban con el dedo a las fuerzas políticas que se habían decantado por invertir en los accesos a Málaga por carretera a través de Baza, Guadix y Granada, escasamente competidoras, evitando así la promoción de los doscientos kilómetros de costa almeriense.
Para colmo nos habían quitado el título de ‘Costa de Sol’, aunque nosotros, contraatacamos con otro eslogan parecido que decía: ‘Almería, ciudad luminosa de la Costa del Sol’, que le ganaba en letras al de Málaga, aunque no tenía tanta fuerza.
Por aquellos años ya rodaba por la ciudad otro eslogan que solo nos pertenecía a nosotros y que se podría calificar, sesenta años después, como uno de los grandes éxitos de la época. Decía aquel lema: ‘En Almería no serás un extraño’ y el éxito fue de tanta magnitud que el ayuntamiento lo promocionó confeccionando miles de pegatinas que se repartieron por toda la provincia. Todos recordamos a algún familiar o algún vecino que llevaba puesto en la parte alta de la luna del coche el célebre letrero y era raro encontrar un bar o una tienda que no exhibiera aquel eslogan que con tanta fidelidad retrataba el carácter abierto de los almerienses, tan amigos de acoger a los forasteros con los brazos abiertos.
Otro eslogan que fue únicamente nuestro y que también fue un éxito rotundo era aquel de ‘Almería, donde el sol pasa el invierno’ con el que quisimos sacarnos la espina de la competencia con Málaga. Ya que en los veranos no teníamos nada que hacer porque nos ganaban por goleada en número de turistas, pensamos que teníamos la oportunidad de agarrarnos a los inviernos, que todo el mundo supiera más allá de nuestras fronteras que aquí teníamos más horas de sol que en cualquier rincón de Europa y que además nuestro litoral estaba tan virgen que hasta era complicado encontrar un hotel decente, adaptado a las exigencias del turismo europeo.
En los años setenta seguimos inventando eslóganes y pusimos en circulación aquel de ‘Almería, tierra madre de la vida padre’, pero no tuvo gran aceptación porque venía a contar una mentira, que era que aquí, en esta tierra se vivía como en ninguna otra, cuando las familias seguían cogiendo el camino de la emigración para poder salir adelante. La moda de los eslóganes no se ha perdido y ahora vemos en los partidos de fútbol de Primera y Segunda División la publicidad de las costas de Almería para atraer visitantes. En los años sesenta, cuando íbamos buscando desesperadamente llamar la atención del turismo, no teníamos tanta fuerza ni la posibilidad de meter publicidad en la tele diciendo que éramos los mejores. La única opción era agradar en todo al que venía a visitarnos y que a través del conducto del ‘boca a boca’ fuera transmitiendo por otras tierras la belleza de nuestras costas y el buen carácter de los almerienses.