La Voz de Almeria

Tal como éramos

Dos barrios que borraron del mapa

Florecieron a los pies de la Alcazaba, trepando por las piedras del cerro

Arrabales desaparecidos a los pies de la Alcazaba entre la calle Almanzor y el barrio del Reducto.

Arrabales desaparecidos a los pies de la Alcazaba entre la calle Almanzor y el barrio del Reducto.

Eduardo de Vicente
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Durante décadas, el abandono de la Alcazaba llegó a tal extremo que cuesta creer cómo no construyeron un barrio dentro de sus murallas, adosado a las piedras de la Torre de la Vela. El monumento dejó de serlo para convertirse en una reliquia de escombros encima del cerro que presidía la ciudad.

De aquellos tiempos de desidia quedó como secuela la manzana de viviendas que partiendo desde la cuesta de Almanzor escalaba el cerro hasta los mismos pies de la Alcazaba. Algunas de aquellas casas se levantaron sobre las rocas, en plena pendiente, y fueron adaptándose a ellas formando habitáculos prehistóricos que estuvieron poblados hasta hace unos años. Todavía, al pasar por la calle Almanzor, se puede apreciar, entre las ruinas de las viviendas que derribaron, algunas de las cuevas que formaban parte de aquel ‘poblado’, que las familias utilizaban como despensas.

La calle de Almanzor y todas aquellas viviendas que desafiaban la gravedad a los pies del monumento estuvieron siempre llenas de vida y dejadas de la mano de Dios. En los años de la posguerra la demanda de viviendas en esa zona era tan grande que el ayuntamiento permitió que se siguieran construyendo y arreglando las casas sobre el mismo cerro. En aquel tiempo la calle tenía su patio de vecinos y un callejón de un metro de ancho que se abría paso en forma de laberinto hasta los muros de la fortaleza. Todavía, en la década de los sesenta, todo aquel universo de cuestas, callejones y casas compartidas se mantenía vigente y eran cerca de un centenar de vecinos los que figuraban en el padrón municipal de la calle. 

La vieja Cuesta del Rastro, como era conocida por sus vecinos, era entonces más cuesta que calle, a pesar de la insistencia de las autoridades en que era urgente la reforma del camino para convertirlo en una avenida que acercara la Alcazaba al centro de la ciudad. Los planes morían sobre las mesas de los despachos y la calle seguía convertida en un caos absoluto. La pavimentación del suelo y la mejora de la iluminación le dieron un aire más moderno para que los visitantes se llevaran una mejor imagen de la ciudad, pero no consiguió romper con ese aire de abandono tan característico de la zona.

Las palas municipales acabaron con aquel pequeño poblado hace cinco años para dignificar el camino principal a la Alcazaba, una aspiración que no se ha convertido en realidad ya que tras tirar las casas el lugar se convirtió en un solar abandonado que constituye una auténtica vergüenza para la ciudad.

Una historia parecida ocurrió en la manzana de viviendas que aparecía por encima de la calle de las Cruces formando un laberinto de callejones en cuesta. El lugar contaba con dos calles principales: la del Baile y la de Fernández, atravesadas por estrechos callejones.

La calle del Baile era un escenario recóndito, que parecía esconderse de la ciudad. Uno no pasaba por el callejón del Baile, no formaba parte de ningún camino. Era un escondite a los pies de la Alcazaba, por donde nunca llegó a pasar un coche. Estaba allí, agazapado, arropado por casas humildes llenas de cal y habitado por familias antiguas que hacían vida en las puertas. Oficialmente, la calle se llamaba de Aristóteles, pero la gente le seguía llamando el callejón del Baile, su nombre primitivo, el que tuvo hasta que a comienzos del siglo pasado el ayuntamiento se lo cambió por el del sabio filósofo griego.

Unos metros por encima de la calle del Baile aparecía la también desaparecida calle Fernández, que iba a desembocar hasta el barrio de la Joya. Era un lugar privilegiado porque estaba al margen del ruido de la ciudad y porque se asomaba desde el cerro como si estuviera colgando de un balcón, disfrutando de unas vistas incomparables de la ciudad y de la bahía.

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