Liberados los lofts de lujo de la calle la Reina tras diez años ‘okupados’
Los okupas llegaron a montar una plantación de droga en uno de los pisos

La vivienda fue rehabilitada en 2008 y okupada seis años después.
Allá por el año 2006 el empresario Miguel Ángel Batlles, director comercial de la sociedad ‘Battques’ se embarcó en un ambicioso proyecto que pretendía rehabilitar uno de los grandes caserones que llevaban años deshabitados en el casco histórico para transformarlo en un edificio con un nuevo tipo de viviendas que en aquellos años empezaban a imponerse con fuerza, los llamados lofts. La idea era sacarle el máximo provecho a los metros disponibles y para ello la mejor alternativa era la de llenarlos de pequeños apartamentos destinados a personas solas o a parejas y obtener así la máxima rentabilidad.
Las obras se prolongaron durante dos años y después de superar no poca vicisitudes, los lofts de lujo estuvieron terminados en un lugar privilegiado entre la calle de la Reina y la cuesta de Almanzor, el principal acceso a la Alcazaba. Durantes los primeros años de vida, el edificio tuvo sus inquilinos reglamentarios, pero poco tiempo después la realidad cambió de rumbo y por un problema de deudas con los bancos los pisos fueron embargados y empezaron a quedarse vacíos. Una vivienda vacía es una presa fácil para los inquilinos que quieren habitarla sin pagar, por lo que no tardaron en aparecer los temidos okupas que en unos meses se hicieron los dueños y señores de los lofts y los conquistaron como si fueran suyos de toda la vida.
Desde ese momento comenzó un auténtico calvario, no solo para los propietarios auténticos de los pisos, sino también para los propios apartamentos y el propio edificio. Los nuevos inquilinos llegaron con la intención de que por donde pisaran no volviera a crecer la hierba. No se conformaron únicamente con meterse en una vivienda que no les pertenecía; para hacer la gracia completa se engancharon a la electricidad para no pagar un euro, no dejando un cable sano, y se enchufaron por arte de magia al agua, manipulando todas la tuberías, para hacer el negocio completo. Como se trataba en la mayoría de los casos de matrimonios con hijos, esta extraña ley que dice ampararnos los protegió y se hicieron fuertes en un territorio que no les pertenecía. Llegaron a sentirse tan protegidos, tan seguros, tan respaldados por la justicia, que no se contentaron solo con la okupación, ni con no pagar un solo recibido de nada, sino que además habilitaron varios departamentos del edificios para desarrollar su vocación agrícola, convirtiendo habitaciones en zulos donde se cultivaban cientos de matas de marihuana al calor de un costoso sistema de iluminación y aparatos de aire acondicionado.
La paz y ese paraiso que disfrutaban los okupas duró varios años, hasta que por fin allá por 2022 actuó la policía y realizó una redada descubriendo todo el entramado que se escondía en el interior. A partir de entonces se fue estrechando el cerco y las denuncias de Endesa y de Aqualia, empresas afectadas por la invasión de las viviendas, facilitó el inicio de una cruzada que ha culminado esta última semana con la marcha de los últimos inquilinos que quedaban en el edificio, una vez que se les había cortado tajantemente el suministro de agua.
Los lofts se han liberado por fin, y ahora se preparan para una nueva vida con nuevos propietarios que en algunos casos han tenido que recompensar económicamente a los okupas para que se fueran, a pesar de que ya ni tenían luz y ni tenían agua. Ahora queda un duro trabajo por delante, ya que la mayoría de los apartamentos se encuentran en un estado lamentable de conservación, como si en vez de ocho familias hubiera pasado una guerra por ellos.