La Voz de Almeria

Tal como éramos

El año que se nos secó la hierba

En el verano de 1963 el estadio de la Falange perdió los últimos brotes verdes que le quedaban

Uno de los últimos partidos que se disputaron en el estadio de la Falange con hierba

Uno de los últimos partidos que se disputaron en el estadio de la Falange con hierbaLa Voz

Eduardo de Vicente
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Los aficionados veteranos contaban, como si estuvieran narrando una hazaña, que ellos habían visto el terreno de juego del estadio de la Falange con hierba. A los que empezamos a ir al fútbol en los años setenta empujados por esa revolución que vino de la mano de la A.D. Almería, nos costaba trabajo imaginar que aquel escenario de tierra oscura, aquel patatal que los operarios intentaban adecentar los domingos a base de agua y de pasar el rulo, hubiera tenido alguna ver algo parecido al césped.

Era cierto. Durante dos décadas, el estadio tuvo hierba, aunque nunca llegó a parecerse a una alfombra. Era un terreno de juego donde se alternaban los brotes de hierba con las calvas, que dependía directamente de las condiciones climatológicas. En el otoño, cuando llegaban las primeras lluvias, la hierba del estadio resucitaba milagrosamente y se iba manteniendo durante la temporada hasta que con los calores del verano se agostaba y se tornaba amarilla.

Casi ningún equipo de Tercera División, que era la categoría habitual del Almería (a excepción de los años en Segunda del Atlético), tenía un césped esponjoso en el que el balón rodara sin saltos, pero el del Almería era, sin duda, de los peores. Aquella hierba formó parte del estadio hasta la temporada de 1963, en la que los últimos brotes verdes que quedaban se quemaron para siempre con las altas temperaturas de julio.

El Hispania, que aquella temporada ondeaba la bandera de equipo representativo de la ciudad, fue el último que disputó partidos oficiales con hierba en el estadio. A partir de entonces reinó la tierra. La aparición en escena de la A.D. Almería en 1971, con un proyecto ilusionante que quería rescatar al fútbol almeriense de las miserias, hizo pensar que se iban a mejorar las instalaciones y que el estadio iba a volver a tener hierba, pero fue solo una ilusión. Ángel Martínez, el padre del proyecto, se planteó sembrar hierba, pero se descartó por las escasas posibilidades de éxito debido a la salinidad del agua con la que se regaba el estadio y a los elevados costes de mantenimiento.

En los años en los que llegamos a tener plantillas de gran calidad que estuvieron a punto de ascender a Segunda, como en las temporadas 73-74 y 75-76, el Almería tuvo que sufrir el problema de las instalaciones y el hándicap de entrenar en tierra y tener que ir a jugar a campos de hierba cada quince días. En aquella etapa de despegue el sueño de la afición era poder tener algún día un campo digno con césped como los que veíamos por la tele. Por fin lo tuvimos, pero fue en La Cañada, cuando en el otoño de 1975 la Federación comenzó las obras de remodelación del campo de fútbol, que pasaban por la construcción de un terreno de juego de hierba.

Como teníamos tantas ganas de ver el verde, los aficionados hacíamos excursiones a la Cañada para ver como iba creciendo la hierba. En abril de 1976, cuando el Almería estaba batallando por el ascenso, realizó varios entrenamientos en el recién inaugurado campo federativo para preparar las salidas a Jerez y La Línea, donde se iba a jugar gran parte de la temporada sobre césped.

En aquella primavera del 76 ya estaban casi terminadas las obras del Franco Navarro, el gran escenario que nos iba a permitir a los almerienses tener un campo de hierba de los de verdad. Eran tantas las ganas que cuando en el periódico se dio la noticia de que ya habían plantado el césped muchos íbamos todas las semanas a contemplar como se iba produciendo el milagro. Algunos llevamos grabado en la memoria el olor de la hierba recién regada que no paraba de crecer y la felicidad incomparable que sentimos aquella tarde del mes de agosto en la que inauguramos el campo del barrio de Torrecárdenas.

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