La Celulosa que no llegó a funcionar
La primera fábrica de papel se proyectó en 1941 en la Huerta de los Picos, frente a la estación

Nave que iba a formar parte de la fábrica de papel en medio de la Huerta de los Picos. Al fondo, la Plaza de la Estación, Briseis, estación de autobuses y casas de la ahora Avda. de la Estación.
En la memoria colectiva de la ciudad está presente todavía aquel ‘perfume’ que nos invadía en los días de verano cuando el viento de levante repartía por calles y azoteas los humos que salían de las entrañas de la fábrica de papel. Era una niebla silenciosa que nos obligaba a taparnos la nariz y la boca, a cerrar bien las ventanas y a atrancar las puertas para que las casas no se impregnaran del olor. Era un tufo que venía de lejos, de la barriada de las Peñicas de Clemente, que entonces eran las afueras de la ciudad, pero que se extendía como un maldición empujado por el aire y llegaba a casi todos los rincones por lejanos que estuvieran.
Era el ‘perfume’ de la Celulosa, una fábrica que daba trabajo pero que se había convertido por la contaminación que generaba en uno de los grandes problemas de la Almería de finales de los sesenta y de los comienzos de la década siguiente. Era un problema que estaba continuamente en la prensa y que podía haber sido mayor si se llega a ejecutar el primer proyecto de Celulosa que se elaboró en los primeros años de la posguerra y que contemplaba su construcción en la Huerta de Los Picos, entre la estación del ferrocarril, la Carretera de Ronda y lo que hoy conocemos como la Avenida de la Estación.
Por resolución del 22 de octubre de 1940, la Dirección General de Industrial le otorgó al ingeniero almeriense José María Donoso Iribarne, el permiso para la instalación de una fábrica de Celulosa. Unos meses después, en enero de 1941, el Ayuntamiento autorizó la construcción de dicha fábrica en la zona comprendida entre la Huerta de los Picos y el Camino de Ronda, un lugar que en aquella época fue considerado “idóneo” por parte de las autoridades por su cercanía con el puerto, con una carretera principal y con el ferrocarril. El único obstáculo era que en realidad, aquellos terrenos que habían sido vega y que parecían alejados del tumulto del centro, no estaban tan lejos como se pensaba entonces y que bastaba una mínima pincelada de visión de futuro para entender que esa zona en la que se pretendía levantar la factoría era la zona natural de ensanche de la ciudad al otro lado de la Rambla.
A pesar de las voces que aconsejaban buscar otro escenario, el proyecto inicial siguió adelante, empujado también por la necesidad. Corría el año 1941, la posguerra apretaba con dureza y la puesta en marcha de una Celulosa en Almería significaba la creación de trescientos puestos de trabajo directos y una importante inyección de vida para el puerto, ya que los cálculos estimaban que con la puesta en marcha de la fábrica el movimiento portuario alcanzaría las ochenta mil toneladas anuales, el doble que generaba la campaña de uva, con la ventaja de que la Celulosa aseguraba el trabajo durante todo el año.
A pesar de la importancia del proyecto, aquella fábrica que iba a transformar nuestro humilde esparto en pasta de papel para abastecer a todo el país en tiempos de autarquía iba a tardar en llegar más tiempo de lo previsto. Se empezó a construir una nave en medio de la Huerta de los Picos, pero allí se quedó, aislada, en medio de los campos yermos de la antigua vega, porque al final se impuso la cordura y prevaleció el argumento de que aquel emplazamiento podía ser molesto para la población al estar situado tan cerca del centro urbano y por ser el ensanche natural de la ciudad.
La empresa promotora y el Ayuntamiento no tuvieron otra salida que entenderse y llegar a un acuerdo para llevarse la Celulosa a otro escenario más alejado del ruido. El lugar elegido fue el de las Peñicas de Clemente, cerca del Matadero, que estaba bien situado con respecto al puerto y al ferrocarril, y que parecía lo suficientemente alejado como para no incidir negativamente en la vida de la ciudad. La ansiada fábrica de papel ‘Celulosa Almeriense S.A.’echó a andar finalmente en su nuevo emplazamiento. En agosto de 1965 los ministros López Bravo y López Rodó vinieron a inaugurarla.