La de misas que se tragó la estatua
La Plaza Circular, frente a la estatua de la Caridad, fue uno de los escenarios fetiche de las celebraciones de posguerra

Celebración del Día de la Victoria el uno de abril de 1944 en el altar que se levantó a los pies de la estatua de la Caridad, en la Plaza Circular.
Alguien debió pensar, nada más terminar la guerra civil, que el escenario perfecto para festejar la victoria era aquella plaza al final del Paseo que era la puerta de entrada hacia el mar. Era un lugar solitario, donde no llegaba el tumulto de los cafés de la gran avenida, un territorio dominado por la presencia del cauce de la Rambla, la fábrica de Oliveros que estaba al otro lado y los nuevos edificios que estaban en construcción.
Alguien debió pensar, que allí, en aquella plaza soleada expuesta a los vientos de poniente que llegaban desde el puerto cargados de yodo y sal, los vencedores podían desfilar y rezar a sus anchas, así que escogieron la Plaza Circular como patio de recreo ante la presencia silenciosa de la vieja estatua de la Caridad que se pasó aquellos años de la posguerra viendo sotanas, oliendo a incienso, oyendo misas y escuchando las arengas militares que no paraban de recodar quién había ganado la guerra.
El primer acontecimiento multitudinario que tuvo como escenario los pies de la estatua fue en abril de 1939, cuando se organizó una misa de acción de gracias para celebrar el traslado de la imagen de la Virgen del Mar desde la casa de la familia que la había salvado del fuego en la guerra hasta el convento de los Dominicos. El primer acto nacional sindicalista también se festejó delante de la escultura. Fue el 18 de julio de 1939 para conmemorar el tercer aniversario del Alzamiento y tuvo como acto central una misa de campaña a los pies de la Caridad. El primero de octubre, cuando la ciudad celebraba la Fiesta del Caudillo, volvieron a levantar otro altar bajo la estatua, que vivía de fiesta en fiesta.
Quizá, el espectáculo mayor, al menos el que más público congregó delante del monumento, fue cuando en mayo de 1943 la Plaza Circular fue el lugar elegido para que las autoridades y la multitud recibieran a Franco en su primera visita a Almería. Allí, en la misma plaza, en la entrada al Paseo, construyeron un arco triunfal para inmortalizar aquella fecha histórica. Unos meses después, en noviembre de 1943, media Almería se dio cita en la plaza para darle la bienvenida al Obispo don Enrique Delgado y Gómez, que frente a la estatua de la Caridad fue aclamado como un enviado de Dios que acabara de bajar del cielo.
Siempre había algo que festejar en la Plaza Circular y siempre eran los mismos protagonistas: los soldados desfilando y los curas prometiendo la eternidad. Todos los años, cuando llegaba el uno de abril, Almería celebraba el Día de la Victoria con un gran desfile que se adornaba con todos los honores terrenales y divinos cuando llegaban a la altura de la estatua de la Caridad.
También era un lugar para las carreras de bicicletas y los actividades lúdicas. El último día de la Feria de 1943, se cerró con un gran becerro de fuego que recorrió la ciudad desde la Plaza de Toros a la Plaza Circular. Otras veces instalaban en el anchurón principal aquellas tómbolas pobres de posguerra donde se sorteaban mantas, jamones y hasta una pareja de mulas.
Para la vida de la Plaza Circular fue un gran acontecimiento la inauguración, al lado del Banco de España, de la Terraza Apolo. Se abrió el 18 de julio de 1944 como cine de verano, pero acabó convirtiéndose en un recinto multiusos donde lo mismo proyectaban una película que organizaban veladas de boxeo o campeonatos de baloncesto.
En 1948 se empezó a construir en la plaza el nuevo edificio para el Instituto Nacional de Previsión, enfrente de la casa vasca que había mandado levantar el empresario Antonio González Egea en 1934. El chalé, situado frente a la estatua de la Caridad, en la esquina con la calle Gerona, era la única vivienda familiar que existía en la Plaza Circular.
A finales de los años sesenta, el Ayuntamiento embelleció la rotonda con una espléndida fuente luminosa. Para entonces, el lugar había perdido ya su condición de territorio fronterizo, y formaba parte del centro de la ciudad y del corazón de la feria.