La almeriense de la Joven Guardia Roja que revolucionó España
Pina López-Gay era hija de un ‘camisa vieja’ de Falange; pero ella quiso ser una Mariana Pineda en aquellos años turbulentos de la Transición

Pina López Gay, la almeriense que vivió en Sevilla, en una imagen en plena juventud, cuando fue la primera mujer en presidir una organización política en España.
Si hubiera nacido siglo y medio antes, la hubiéramos imaginado como una Mariana Pineda bordando de noche una bandera libertaria; hoy, la gente de izquierdas que hizo la Transición, que debe estar vadeando la senectud, la recordará como Víctor Jara recordaba a Amanda en la canción. Fue -ha sido- Pina López-Gay una almeriense desconocida en su ciudad natal, quizá porque fue parirla su madre e irse la familia a Sevilla, a pesar de sus hondas raíces familiares en la capital y en el culto pueblo de Alhama. Pero aunque la hojarasca del tiempo lo borra todo (o casi todo), en las hemerotecas de papel quedó escrito su rol, tan especial, en ese lapso indefinido que va desde el tardofranquismo de los 70 hasta principios de los 80; aunque apenas se sepa de ella en la Puerta Purchena o en El Zapillo, Josefina López López-Gay (Almería, 1949-Sevilla, 2000), Inés en la clandestinidad, fue motejada en ese tiempo con distintos apelativos: la rosa roja de la Transición, la lideresa de la cola de caballo, la comunista elegante, la revolucionaria indómita y muchos apodos más que aparecían en los períódicos y revistas de aquella época como Ya, Pueblo, Interviú o Cambio 16.
Fue la primera mujer en España en presidir una organización política, la Joven Guardia Roja, de inspiración maoista, siendo hija de una Camisa Vieja de Falange, que había sido secretario provincial de la Vieja Guardia de Franco; dos guardias en las antípodas de una misma familia. Pina era nieta de Francisco López Gómez, el ultimo alcalde de Almería antes de la República e hija de don Mario López Rodríguez, hijo predilecto de Alhama, secretario del Gobierno Civil de Almería y secretario provincial, y luego nacional, de Sindicatos, un gerifalte en toda regla del Franquismo. Abogado de formación, fue uno de los sublevados en julio del 36 en Almería y consiguió huir por Granada y pasar al flanco rebelde. Su hermano Cristóbal fue médico militar con casa en la calle Lope de Vega de Almería y abuelo de José María Alvarez-Pallete, hasta hace unos meses presidente nacional de Telefónica e hijo de Francisca López, prima hermana de Pina.
Por parte materna, la biografiada era hija de Josefina López Gay, sobrina del pediatra Luis López Gay y bisnieta de José López Guillén, uno de los grandes industriales del Puerto de Almería. A los pocos meses de nacer Pina, en un hogar de siete hermanos ella era la tercera, la familia se traslada a Sevilla don don Mario obtuvo plaza como secretario general del Gobierno Civil. En ese ambiente, donde su padre es uno de los hombres más poderosos de la ciudad de Hispalis, es donde creció Pina, en colegios de monjas, fraguando su carácter revoltoso, dándole un pelotazo en el recreo a María de la Gloria de Orleans-Braganza, una princesita compañera de curso en el Colegio del Sagrado Corazón. La almeriense estudia Filosofía y Letras y más tarde Antropología, en esos años 60 y 70 en los que su progenitor es el encargado de recibir en las ferias de abril a personajes como Rainiero y Grace Kelly, Jacqeline Kennedy, Ava Gardner o Mel Ferrer, mientras, ella, en traje de faralaes, hace de observadora.
En sus años universitarios, , empieza a larvarse su papel como la primera mujer que va a revolucionar la política española. Se inscribió en la Juventudes Universitarias Revolucionarias planteando una ruptura con el PCE aún en la clandestinidad y después crea la Joven Guardia Roja, que llegó a contar con 15.000 militantes, de la que fue elegida, en 1977, secretaria general, como sección juvenil, ya legalizada del Partido de los Trabajadores de España, del que es también vicepresidenta.
Antes de ello, su propio padre y contrincante político en aquellos tiempos de trinchera, recién muerto el Dictador, firma una circular del Ministerio de Gobernación en la que se dan instrucciones para desarticular todos los partidos situados a la izquierda del Partido Comunista, como el que preside su querida hija. Y antes también, en agosto de 1977, Pina acude a su ciudad natal, al estadio de La Falange, para organizar el acto de homenaje póstumo a su amigo Javier Verdejo, militante también de la Joven Guardia Roja abatido de un tiro cuando, un año antes, pintaba en la calle ‘Pan, trabajo y libertad’.
Pina da el salto a Madrid y organiza actividades, recoge firmas, hace encuestas y capta adeptos desde su base en el barrio de Malasaña, en esa época de Olivias y Travoltas, cuando empieza a larvarse el espíritu de la Movida madrileña, con Tierno Galván instando a que “Quien no esté colocado, que se coloque”.
Se lanza a escribir artículos en la prensa y su nombre da la vuelta a España; aparece en La Clave de Balbín, se convierte en musa de las columnas de Umbral, quien la llama la Rosa Luxemburgo de Almería y en la Fiesta del Primer Voto, tras un mitin, agarró una guitarra y se puso a cantar por Atahualpa Yupanqui.
No todos fueron mieles para la adelantada almeriense, también tuvo que probar muchas hieles: le abriron dos consejos de guerra y una noche de febrero de 1979 fue asaltada cuando salía de la sede de su partido por tres individuos armados con navajas que le produjeron lesiones y cortes en la cara y cuya imagen fue portada en El País. Se presenta como candidata al Congreso por el Partido de los Trabajadores, pero no obtiene escaño y después empiezan las disensiones internas y presenta su dimisión de sus cargos políticos. Antes, la misma tarde del Golpe de Estado, fue secuestrada por varios jóvenes de ultraderecha en un domicilio del centro de Madrid, la insultaron y la soltaron después de dos horas. En los 90, flirteó con el PSOE, Chaves la llamó, fue vicepresidenta de la Comisión del V Centenario, pero nunca quiso ser militante. Fueron los años del desencanto y se retiró de la vida pública diciendo “Ahora todo el mundo se hace del PSOE para pillar puestos”. En 2000, tras superar un cáncer, murió de forma fulminante de un infarto de miocardio. Sevilla tiene una calle rotulada a su nombre, el nombre de una mujer mítica almeriense pionera en la batalla por la igualdad y la libertad, la burguesita que no quiso vivir como burguesa; una rosa roja cortada demasiado pronto: tenía apenas 51 años.