La imperdonable degradación consentida de un espacio monumental
Los deteriorados jardines de La Hoya se convierten en un váter canino

Los dueños de los perros y sus mascotas invaden los espacios verdes a diario
En la entrada a los Jardines Mediterráneos de La Hoya aparece una placa donde se informa al visitante que este espacio se pudo hacer realidad gracias a los fondos europeos Feder y añade el letrero el nombre de María del Mar Vázquez Agüero, alcaldesa de Almería, como una de las responsables de este nuevo recinto. Esta zona de acceso a los jardines está salpica también con rótulos de color rojo donde se puede leer la siguiente advertencia: “Sea responsable de su perro” y se le recuerda a cada ciudadano que acuda al recinto con su mascota que tiene la obligación de recoger los excrementos que vaya dejando y de llevar al animal atado con una correa si no quiere correr el riesgo de ser sancionado con una multa que podría alcanzar los 750 euros.
Estos avisos son pura decoración, papel mojado, una forma de lavarse las manos por parte de los responsables del ayuntamiento, ya que ni se respeta la prohibición de los perros sueltos ni tampoco la de dejar los excrementos en el suelo. Cuando todavía no se han cumplido dos años de la inauguración de los Jardines Mediterráneos, el escenario presenta una imperdonable degradación, convertido en un váter público de perros y en un lugar de reunión de los dueños de las mascotas, que cada tarde, cuando se va el sol, se citan allí en un número considerable y no solo permiten que los perros campen a sus anchas por las zonas verdes, sino que ellos mismos profanan los jardines sin ningún miramiento, sintiéndose impunes ante la falta de vigilancia municipal.
Estamos ante un caso muy grave de incumplimiento de las normas tanto por los responsables del Ayuntamiento de Almería que no actúan, como por parte de los dueños de las mascotas. Ni unos ni otros se han enterado de que no están en un parque cualquiera de la ciudad, que estamos hablando de unos jardines monumentales que tenían que ser sagrados tanto para las autoridades como para los ciudadanos. Los llamados Jardines de la Hoya cumplen la función estética y ornamental de unir la Alcazaba con el cerro de San Cristóbal siguiendo la muralla de Jayrán. Se ha invertido mucho dinero para poner en valor un escenario que debería de dar prestigio a nuestro maltratado casco histórico, pero la realidad nos muestra con absoluta crudeza cómo ha ido degenerando sin que nadie le ponga freno. Los jardines pegados a la muralla presentan un desgaste considerable a pesar de los esfuerzos de los jardineros que por las mañanas acuden para tratar de arreglar los desaguisados que por las tardes cometen las mascotas y sus dueños. Para qué queremos emplear a tantos profesionales en el cuidado de la zona ajardinada si unas horas después la pisan y la llenan de excrementos.
Basta darse una vuelta por el entorno para comprobar como el deterioro va oxidando el lugar, como la falta de vigilancia y de un mantenimiento acorde con la importancia de la zona ha empezado su trabajo corrosivo. Las albercas y el sistema de acequias que se organizaron, en un intento de respetar el alma de este espacio cuando estaba habitado por un cortijo y sus huertas, no llevan ni una gota de agua y en el interior de las balsas reinan la suciedad y las piedras que se han ido acumulando.
Volvemos a enfrentarnos a un serio problema de esta ciudad, tan amiga de emprender nuevas obras y tan mal educada a la hora de respetarlas. La responsabilidad recae no solo sobre el ciudadano que acude con su mascota y profana los jardines, sino más directamente sobre la concejalía responsable y sobre la figura de la propia alcaldesa, que no dudó en colocar su nombre presidiendo los jardines y que parece que ahora se ha olvidado de ellos. Es verdad que al comienzo del verano la policía municipal se pasó un par de veces por allí y trató de poner orden, pero no ha vuelto a dar señales de vida.