Han pasado unos minutos de las 5:00 de la mañana. Mientras la ciudad de Almería duerme aún sumida en el silencio, en las cocheras de ALSA-Surbús, situada en calle Bélgica junto a la rotonda de Piedras Redondas, los primeros conductores empiezan a llegar.

Saludos, cafés rápidos y miradas cómplices. Aquí no hay margen para la improvisación. Todo debe estar preparado y funcionar como un reloj suizo porque, a las 6:00 de la mañana, el bus de la línea 20 que une el centro con el Hospital del Toyo tiene que estar en Gregorio Marañón. 

Lo mismo pasa en multitud de rincones de la ciudad en los que los primeros autobuses tienen que estar listos para llegar, ya que cada uno de ellos es una pieza esencial en el engranaje que conecta la ciudad de Almería.

Un cuidado dirario

En el interior del recinto, los vehículos esperan alineados, recién revisados, con los depósitos llenos, las lunas limpias y las luces comprobadas. El equipo de mantenimiento lleva horas en marcha. Para muchos, su jornada comienza cuando la de otros aún no ha terminado. 

Revisión de neumáticos, pruebas de frenos, comprobación de climatizadores. Nada se deja al azar. Porque cuando un autobús falla, no es solo una máquina la que se detiene. Es una persona que no llega al trabajo, un niño que se retrasa en clase, un abuelo que no llega a su cita médica.

Los conductores ya conocen perfectamente su ruta. Las han recorrido cientos de veces. Pero cada día es distinto. En cada parada puede surgir una historia. Algunas líneas cruzan barrios enteros, otras conectan urbanizaciones con el centro, y otras serpentean por la costa. 

Cuando se les pregunta si tienen una favorita, muchos sonríen y dicen que todas tienen algo especial: los viajeros que saludan cada mañana, las vistas desde un tramo elevado o ese momento en el que el sol empieza a asomar por Cabo de Gata.

A las 5:35, el primero de los autobuses gira hacia la calle y se adentra en una ciudad que empieza a despertar. En las marquesinas ya comienza a haber gente esperando. Personas que han aprendido a confiar en la puntualidad de su línea, que saben que ese bus que se aproxima les acerca a su trabajo, al instituto, a la universidad o a hacer la compra. Porque el autobús no solo transporta personas, también teje la vida de una ciudad.

Una opción en crecimiento

En Almería, cada vez más, el autobús es una elección consciente. Porque moverse en autobús no solo significa ahorrar en tiempo y en dinero, significa también pensar en el planeta, reduciendo el tráfico y así mejorando la calidad del aire de la ciudad en la que se vive. 

Significa entender que una ciudad moderna necesita servicios modernos, eficientes y sostenibles. Y eso es lo que ofrece ALSA-Surbús: una red que no para de mejorar, con autobuses cada vez más accesibles, más limpios, más conectados..

Esta transformación no ha sido de un día para otro. Es fruto de un trabajo constante y con la mirada puesta hacia el futuro para ir creciendo en vehículos híbridos, accesibilidad para personas con movilidad reducida y las herramientas digitales para consultar en tiempo real los horarios.

 Y lo que no se ve: la coordinación interna, los técnicos, los inspectores de ruta, los administrativos, el equipo de limpieza. Dos centenares de personas que hacen posible que, al girar la esquina, siempre haya un bus listo para subir.

Así es una mañana cualquiera en el transporte urbano de Almería. Invisible para muchos, imprescindible para todos. Un servicio que merece ser valorado, cuidado y utilizado. Porque una cosa es segura: sin él, la ciudad no sería la misma.