Las ocho horas de la Reina que le costaron a la ciudad de Almería el presupuesto de un año
Tanto fue el gasto que hubo que paralizar las obras del Cementerio de San José

Isabel II de España.
El 20 de octubre de 1862, a las 11:00 de la mañana, desembarcó de uno de los diez barcos que la acompañaban la reina Isabel II en el puerto todavía en construcción de Almería.
Tan solo ocho horas después, la reina volvió a embarcar y dejó atrás la ciudad rumbo a Cartagena. Esas ocho horas le costaron a la ciudad el presupuesto de un año.
Almería había sido una tierra olvidada durante siglos que, aunque fascinaba por los restos de la cultura andalusí que todavía seguían en pie, no contaba con la suficiente relevancia como para que las mejoras sociales y tecnológicas llegaran hasta ella.
Sin embargo, en el siglo XIX la sociedad se transformó gracias al aumento de la industria minera. Almería se convirtió en ciudad de destino para inmigrantes y la provincia llegó a contar con 300.000 habitantes.
Aun así, el pueblo llano seguía pasando hambre y no conseguía sacudirse esa sensación de abandono. Entonces, ocurrió lo más inesperado: Isabel II anunció que visitaría Almería en su tour por Andalucía y Murcia.
Esperanzados porque esa visita significara la entrada de Almería en las innovaciones de las que otras provincias se beneficiaban, la ciudad se volcó en el recibimiento de la reina. El dinero de repente no era un problema, por lo que se engalanaron zonas de la ciudad por las que pasaría la monarca, se compró un carruaje de lujo en París, se organizaron banquetes y se construyeron monumentos efímeros.
Todo esto, entre otros gastos, costó 100.000 reales, el presupuesto de un año de la ciudad. Tanto fue el gasto que hubo que paralizar las obras del Cementerio de San José hasta que las arcas de la ciudad se recuperaran.
Es difícil saber si Isabel II llegó a agradecer, o siquiera a notar, los esfuerzos de la ciudad por recibirla. Sí se sabe que la ciudad no consiguió lo que esperaba. Ninguna de esas mejoras sociales llegó cuando la reina se fue, aunque, paradójicamente, la visita sí sirvió como motivo de alegría. La reina había visitado Almería, es decir, Almería seguía en el mapa.