Las puertas del cielo están abiertas en el casco histórico de Almería
En la calle Ulloa hay una puerta tan grande como la de la Catedral

Casa de la familia Pradal en la calle Ulloa, con su puerta monumental.
Las puertas de las casas suelen superar ligeramente los dos metros de altura, salvo algunas viejas excepciones que todavía podemos disfrutar en los rincones más escondidos del casco antiguo. En la calle Ulloa, que corre paralela a la de la Almedina, aún sigue en pie, como un gigante, la puerta de la que fue casa de la familia Pradal. Es una de las puertas más altas de vivienda que existen en la ciudad, que parece hecha para cíclopes en vez de para personas. Tiene más de cuatro metros de altura y compite mano a mano con la puerta principal de la Catedral, que roza los cinco metros.
Es una digna puerta para una casa que aunque la mano del hombre ha ido desvirtuándola con el tiempo, todavía conserva una parte de su esplendor: hermosas ventanas enrejadas con vocación de balcones, su majestuosa puerta de la calle, un portal con un juego de escalones que dan acceso a la vivienda princicipal y las ventanillas pegadas al suelo de la calle que nos hablan de la exitencia de un enorme sótano que recorre el subsuelo de la casa de una esquina a otra. El edificio cuenta con una fachada lateral que da a la calle Aurora, donde se puede ver aún el viejo portón de madera por donde entraban los coches de caballos a comienzos del siglo pasado. Dentro, la casa presumía de un majestuoso patio de luces nada más entrar que llenaba el interior de resplandores que iban cambiando a medida que la Tierra iba girando sobre sí misma. Al mediodía, los rayos de sol se colaban por las cristaleras iluminando las habitaciones como espacios sagrados.

Otra puerta de gigantes se puede ver frente a la casa del poeta Valente.
Detrás de una puerta gigante hay siempre una casa llena de historia. Ocurre en la vivienda de la calle Ulloa y también en otro edificio del casco antiguo que se encuentra en la actual calle dedicada al poeta Valente, que antes fue Eusebio Arrieta y antes calle del Colegio. La calle se llamó Colegio por la presencia del viejo Seminario junto a la puerta del convento y desde 1906 el ayuntamiento la bautizó con el nombre de Eusebio Arrieta, en homenaje póstumo a uno de los grandes oradores que tuvo la Iglesia en Almería. Es una de las calles que no han perdido su identidad, que todavía mantienen su encanto de rincón antiguo donde es posible empaparse de los viejos aromas que tuvo la ciudad en el siglo pasado. La presencia del convento de Las Puras con la imagen majestuosa de las torres de la Alcazaba asomando al fondo, la estrechez del callejón y las viviendas que han sobrevivido a los cambios, la sostienen como un refugio al que se hace necesario volver aunque solo sea para contemplar esa puerta espectacular de más de cuatro metros que custodia uno de sus edificios principales.
Allí vive todavía Carmen Bas, una de las vecinas más antiguas del barrio, que mantiene la casa que antes fue de sus abuelos y de sus padres. Es una espléndida vivienda frente a la casa del poeta Valente, una de esas mansiones con sótano, con jardín, con habitaciones grandes y profundas y con pasillos interminables. En otro tiempo, su jardín era el más frondoso de la zona y cuando llegaba el verano sus jazmineros saltaban la tapia y llenaban la calle de aromas. El jardín de los Bas tenía toda clase de flores que sus dueños cuidaban con esmero, expuestos siempre que a que los balonazos de los niños le estropearan las plantas. Cuando se embarcaba una pelota había que rezar para que el balonazo no se hubiera llevado por delante las flores. Hoy, como ya no quedan niños sueltos, la vida de la calle se resume en los turistas que visitan el convento y los pocos que entran en el refugio del poeta.