"No me podía ir a casa": la quiosquera que pasó la noche atrapada en el Paseo de Almería
Un fallo eléctrico la dejó sin posibilidad de cerrar la persiana de su negocio

Algunos aprovecharon la noche para echar unas partidas de cartas, iluminados apenas por el titubeo cálido de unas velas. Otros se agruparon en torno a un pequeño transistor, devolviéndole al 28 de abril el aire de aquellas viejas noches de radio compartida. Hubo quien se rindió temprano al sueño, a la llamada “hora de las gallinas”, y también quien no consiguió pegar ojo en absoluto. Entre estos últimos estuvo Fina Roldán, la quiosquera entrañable que cada mañana saluda con una sonrisa a los transeúntes del Paseo de Almería y que anoche, sin embargo, no tuvo a la suerte de su lado.
Eran las 12.30 horas cuando la almeriense percibió que ya no contaba con luz en su negocio, una situación que al principio no la preocupó demasiado. Como todos, la quiosquera esperaba que el apagón tan solo durase unas pocas horas. No imaginaba que cuando el sol se escondiese tras las montañas, la oscuridad se tragaría toda la ciudad, y con ella su puestecillo de periódicos y revistas.
Provincia
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Álvaro Hernández
A solas entre la negrura
Conforme fue avanzando la tarde, los negocios del Paseo de Almería fueron colgando el cártel de cerrado. Mientras tanto, Fina se encontró con un pequeño gran problema: "Al irse la luz no podía bajar la persiana del quiosco. Por el día no pasó nada, pero cuando cayó la noche no me pude ir a mi casa", narra la almeriense, justificando las ojeras que lucía en su rostro la mañana después del gran apagón.
Roldán pasó el gran apagón en un limbo entre la frustración de quien quiere, pero no puede; y el terror provocado por un Paseo de Almería sumido en la más absoluta negrura, tan solo iluminado por la luz dispersa de linternas que, entre susurros, iban y venían. En ocasiones y para la tranquilidad de la tendera, una patrulla formada por un par de agentes de policía pasaba junto a su negocio: "Tuve que avisarlos de que seguía allí y de que no me podía ir a casa. Quería que supieran que estaba abierta, por si pasaba cualquier cosa", reconoce.
Mientras que miles de almerienses dormían cómodamente en sus camas con la promesa no pronunciada de que al día siguiente la luz habría vuelto a sus hogares, Fina encontró refugio en un hotel ubicado justo frene a su quiosco: "Entre toda la mala suerte, tuve la fortuna de que pude sentarme en una mesa del hotel y vigilar el puesto desde ahí. Pasé toda la noche así, sin poder cerrar los ojos ni un minuto", suspira.
Las consecuencias del esperado regreso
Si bien la luz ha retornado este martes por la mañana, la ansiada vuelta de la electricidad ha supuesto para la almeriense un regalo envenenado. El motor eléctrico encargado de levantar y cerrar su persiana se ha visto dañado debido a los repentinos picos de voltaje a los que se ha visto sometido: "Ahora tengo que llamar a un técnico para que me arregle la persiana, y eso no me lo paga nadie".
En la capital almeriense los negocios esperan a los peritos, con la esperanza de que sus seguros los indemnicen por las pérdidas sufridas. En el caso de Fina, una de las últimas quiosqueras de Almería, no es 'tan sencillo': "Nadie asegura a un kiosco, porque estamos en la calle tirados como perros". A pesar de su denuncia, del cansancio acumulado y de su fatídica experiencia, Fina ha seguido atendiendo con su imperecedera sonrisa a todo aquel almeriense que este martes se ha acercado a comprar uno de los pocos periódicos que le han llegado tras el apagón.