Un icónico comercio de la capital cierra sus puertas tras cien años en funcionamiento
Aunque deja de funcionar la tienda original de la calle Carmelo, permanecerá abierta su sucesora, en Altamira

Lola Belmonte posa ante la cámara de LA VOZ rodeada de sus artículos en venta, de Artesanías Casado.
En Artesanía Casado el aire huele a mimbre y esparto, a madera trabajada con paciencia y a historia tejida con las manos de generaciones almerienses. Es un negocio que ha sobrevivido a guerras, crisis y modas pasajeras y aunque el paso del tiempo y el curso lógico de la vida laboral arrastran consigo el cierre de una memorable etapa, su legado permanecerá vivo en su otro local, situado en la calle Altamira.
“Dentro de un mes cerraremos esta tienda. Carmen se jubila y mis hijos están a otras cosas”, explica Lola Belmonte, dueña del establecimiento, a la vez que señala a otra mujer a sus espaldas, una empleada que lleva más de dos décadas trabajando para los Casado con paciencia y cariño.
Antes de la Guerra Civil
“Desde antes de la Guerra está este negocio montado, estábamos en la esquina de la calle Granada”, dice Lola, con la serenidad de quien ha contado esta historia tantas veces que casi se confunde con la suya propia. Fue en 1925 cuando su suegro abrió la primera tienda, una cordelería humilde en un local alquilado que con el tiempo se transformó en un punto de referencia para quienes necesitaban cuerdas, leñeras o cualquier otra cosa hecha de esparto.
Aquella esquina, sin embargo, ya no les pertenece. El local se perdió cuando el contrato de alquiler llegó a su fin: “Este sí que es nuestro”, señala el establecimiento de Calle Carmelo.
Sucesión
Su hijo, José Antonio, ha tomado el relevo. “Él trabaja la madera”, cuenta Lola con una mezcla de orgullo y nostalgia. Porque aunque el negocio sigue en la familia, el tiempo ha hecho de las suyas, transformando la cordelería y espartería de antaño en una tienda de muebles y artesanías que buscan adaptarse a los nuevos tiempos: “Es natural, hay que modernizarse para sobrevivir”, dice Carmen para restarle importancia.
Ambas mujeres narran lo imprescindible que era antes el esparto. En una Almería que vivía del campo, las serretas y los serones eran parte del paisaje cotidiano. Pero el campo cambió, la ciudad se transformó, y el negocio tuvo que amoldarse. “Ahora el mimbre es lo que más se lleva, luego la madera”, explica Lola, señalando los estantes llenos de cestas finamente tejidas y colocadas frente a los muebles rústicos.
Época dorada
Cuando Almería se convirtió en escenario de westerns y superproducciones, Artesanía Casado se convirtió en proveedora de atrezo. “En los años 60 y 70, cuando empezó el cine aquí, vendíamos cuerdas, esparto... de todo. Fue un boom”. Años después, aún acuden directores de arte buscando piezas únicas para ambientar sus rodajes. “La última fue para una película en Sierra Alhamilla”, recuerda Lola.
Al pesar de su prosperidad en el pasado, la jubilación de Carmen es irrevocable. La mujer, que es “como una hermana más” para los hijos de Lola, confirma que si ha permanecido más de veinte años tras el mostrador de la tienda es por el amor que le tenía. De esta forma, el tiempo sigue su curso.
Un mensaje para los almerienses
Ante el interrogante de ‘Qué les dirían a los almerienses si pudiesen lanzarles un mensaje’ ambas mujeres se precipitan a contestar. Lo tienen claro, no titubean: “Que nunca dejen de apostar por lo natural, por lo que la tierra da, por el kilómetro cero”. Afirman que sus productos, todos ellos de calidad -elaborados antes a mano por el marido de Lola- son “de mejor calidad” que lo que hoy se puede comprar por internet. Están tranquilas, concluyen, ya que, aunque la tienda cerrará en un mes, el legado de su suegro y de tantas manos seguirá vivo en cada casa, en cada cesta y en cada mueble, todos ellos con una historia detrás.