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Almería

El boom de las autocaravanas en Almería: ¿libertad o problema vecinal?

Los dueños de los vehículos afirman llevar un estilo de vida respetuoso y sostenible

Fila de autocaravanas en una calle de Almería capital, cercana a la playa.

Fila de autocaravanas en una calle de Almería capital, cercana a la playa.La Voz

Elena Ortuño
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Aquel que se aventure a pasear por la Avenida Cánovas del Castillo, en Almería capital, divisará nada más pisar la calle una ristra de autocaravanas aparcadas en uno de los laterales de la calle. Al no ser el sitio legalmente estipulado para ello, algunos vecinos y agentes políticos han levantado la voz contra esta proliferación de vehículos. Desde La Voz de Almería nos hemos acercado a hablar con los protagonistas del polémico estilo de vida que tanto agobia a algunos almerienses y esto es lo que nos han contado.

Sin pretensión de molestar a nadie, la mayoría son jubilados que buscan aprovechar su libertad descubriendo el mundo de una manera barata. Aseguran llevarse todo lo que traen -sin dejar restos de basura tras de sí- y consumir muchísima menos agua que el resto de ciudadanos, si bien es verdad que en la mayoría de los casos rellenan sus garrafas de fuentes públicas. Afirman que su casa está sobre ruedas y su hogar está allá donde decidan aparcar.

Ausencia de facilidades

Regula y Beat Niederhauser son un matrimonio de suizos que tras su jubilación decidieron invertir en un hogar sobre ruedas. Su autocaravana es un espacio cuidado al detalle y decorado con fotos, dibujos y flores como si de una casa de cemente se tratase. Llevan tan solo un año con ese estilo de vida, pero tienen claro que quieren seguir así hasta que les falle la salud: “Queremos ver mundo y ser libres”, afirman.

Sin embargo, esa libertad está limitada por la escasez de los espacios preparados para estacionar las caravanas, ya que encontrar plaza en uno de esos parkings es prácticamente una misión imposible en Almería: “Nos hemos encontrado con tan solo dos sitios para aparcar caravanas aquí. Uno estaba cerrado y en el otro había muy pocas plazas y estaban todas llenas”, lamenta la pareja suiza, a la que le gustaría poder aparcar en lugares establecidos legalmente para ello, ya que “son más seguros”.

Con ellos está de acuerdo Nathalie, una francesa de sesenta años que eligió vivir en caravana por cuestiones económicas. “En Almería es muy difícil rellenar los depósitos de agua o evacuar los residuos fecales, ya no hablemos de aparcar. No hay apenas instalaciones”, denuncia. También ella asegura que si hubiese plaza en los parkings preferiría establecerse allí.

Su experiencia ha sido agridulce y es que tuvo la puntería de aparcar justo en el lugar en el que el pasado 22 de enero falleció un motorista de 20 años tras chocar contra otra caravana. Unas flores junto a un árbol le reveló que algo había pasado allí. Pocas horas después, un coche aparcó junto a su vehículo, bloqueando la caravana: “No entendí qué pasaba pero creo que estaba relacionado con el joven que falleció aquí”. Otro día vio como la policía se acercaba para echar fotos a su matrícula: “Me dijeron que los vecinos se habían quejado porque no tenían sitio para aparcar, pero hay muchos sitios libres en la avenida”, comenta.

Jesús Bohórquez, por su parte, disfruta desde hace dos años de su prejubilación a causa de un accidente. Asegura que para él el problema no es la falta de espacios habilitados para aparcar, sino la mala concepción que la sociedad tiene sobre ellos: “Mucha gente nos ve mal, como si fuéramos indigentes. Pero dejamos dinero en los comercios y gastamos poquísimos recursos”.

Otro inconveniente es la esclavitud del agua. Con un consumo de unos 15-30 litros al día, muy por debajo de los 200 litros diarios de una persona promedio, Bohórquez se abastece de fuentes públicas y duchas de playa. “Voy con un embudo y un carrito a cargar agua, pero no puedes llegar con la caravana y ponerte a llenar 150 litros. Hay un límite”. Todos critican a aquellos caravanistas que no tienen en cuanta su entorno, pero también señalan que suelen ser la minoría: “Sabemos que es mejor evitar aparcar en primera línea de playa”.

Un estilo de vida más barato y liberador

En su trayecto desde Cabo de Gata hasta Finisterre, pasando por la punta de Sagres en Portugal, Bohórquez avanza a un ritmo de 10 o 15 kilómetros diarios, evitando el frenesí del turismo rápido. “Si te pasas el día conduciendo, no ves nada”, razona. Prefiere quedarse en un lugar dos o tres días, hacer rutas en bicicleta y conocer la zona. “Me muevo poco a poco, disfrutando del camino”. Nathalie reconoce que al principio le costó adaptarse al reducido espacio. Ahora, sin embargo, está encantada. “Es pequeño, pero te organizas. Después es muy agradable y bastante barato”.

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