Entre la frondosa sierra de Gádor y los barrancos de Enix, ocultas entre matorrales y laderas ocre, se levantan las ruinas de las Minas del Carmen, un enclave que combina historia industrial, paisaje árido y memoria colectiva. Hoy quedan unas impresionantes estructuras fedatarias que dibujan un relieve lunar, símbolo de un pasado en el que decenas de almerienses se adentraron en las entrañas de la muros de piedra, escombreras y galerías abiertas.

Sin embargo, lo que no todo el mundo sabe es que estas excavaciones comenzaron a explotarse a finales del siglo XIX, en plena fiebre del plomo en la provincia. Durante décadas, centenares de hombres trabajaron en sus galerías arrancando mineral, que después se lavaba y transportaba por un complejo entramado de planos inclinados y tolvas. Además de plomo, se extrajeron otros minerales como galena, cerusita o fluorita. 

Pero fue a mediados del siglo XX cuando cesó la actividad para siempre y, desde entonces, el silencio se adueñó del lugar, declarado en 2004 como Bien de Interés Cultural como elemento del Patrimonio Inmueble de Andalucía. Ahora se conservan las instalaciones que corresponden a lavaderos, planos inclinados, tolvas y restos de túneles. Hoy permanecen en estado de abandono, pero su magnetismo atrae cada vez a más viajeros interesados en la arqueología industrial. 

¿Qué se puede ver a día de hoy?

Es importante recordar a los intrépidos senderistas que las Minas del Carmen no son un espacio acondicionado para el turismo, sino un enclave para la exploración respetuosa. Dicho lo cual, no conviene adentrarse en las galerías, puesto que la estructura no está consolidada. No obstante, muy cerca se encuentran otros rincones de interés en Enix, como senderos de la sierra de Gádor y miradores naturales con vistas espectaculares.

¿Qué ver en Enix?

Hasta hace poco, Enix ha sido para el almeriense sinónimo de agua. La razón de ser misma del asentamiento primitivo es precisamente la abundancia de agua: en época morisca se llegan a contabilizar hasta una veintena de fuentes. Su enclave serrano, de origen musulmán, se esconde y se asoma a la vez al Mediterráneo. 

No obstante, el paso de los siglos no ha alterado el trazado medieval, con formas irregulares, con calles adaptadas a una orografía tortuosa para converger en la coqueta plaza donde preside una pequeña iglesia, solar con toda probabilidad de la antigua mezquita. 

Hoy de Enix el foráneo conoce poco más que su gastronomía popular, y la no menos popular "fuente" situada "a un tiro de ballesta" de las casas del pueblo. Probablemente muchos ignoran la cultura del agua, de los mánchales, de las albercas -como la "Balsa Grande" que domina el "barranco de la Fuente"- de los aljibes ganaderos de los secanos, la cultura del dominio sobre los pendientes, la cultura de conservar sin demasiadas fisuras un espacio rural inalterado, la cultura de la simbiosis entre los hombres y su entorno, la cultura, ele fin, del blanco sobre agua. Todo en un paisaje impregnado de imágenes de romero, de olores de agua, de sonido de cal.