En el corazón de la Alpujarra Almeriense se esconde un sendero que no solo atraviesa un valle, sino también la memoria de un pueblo. Una ruta perfecta para los amantes del senderismo, tengan el nivel que tengan, y que no solo cuenta con unas vistas impresionantes, sino que también permite disfrutar de algunos lugares espectaculares entre los que destacan una cascada de agua cristalina y varios túneles que te transportarán a otro tiempo.

En Laujar de Andarax, la localidad más extensa y emblemática de la comarca, una ruta serpentea junto al río que le da nombre, siguiendo el cauce de antiguas corrientes que en su día generaron energía para las gentes de la sierra. 

Se trata del Sendero de la Hidroeléctrica, una joya natural y patrimonial de pequeño recorrido y dificultad media-baja que comienza en el Área Recreativa de El Nacimiento, un lugar donde el río Andarax brota con ímpetu entre álamos, fresnos y encinas.

Desde ahí, el caminante asciende lentamente por una pista forestal que discurre paralela al río, cruzando túneles excavados en la roca, acequias que aún susurran historias de agua encauzada, y una antigua central hidroeléctrica que se deja visitar como testigo de un tiempo en que la naturaleza era fuerza motriz.

Un recorrido entre vegetación y patrimonio

Al llegar al Barranco del Chillo, la senda gana altura, ofreciendo al viajero panorámicas inolvidables del valle y de las cumbres cercanas, como la imponente silueta del Almirez, que se alza majestuosa con sus más de 2.500 metros. Es un recorrido circular, de unos 9 kilómetros en total, que invita a la pausa, al asombro y al descubrimiento.

A lo largo del camino, romeros, espartos y torviscos perfuman el aire, mientras el sonido del agua acompaña cada tramo como una melodía constante. La ruta, que puede realizarse en unas tres horas, reserva uno de sus momentos más espectaculares al cruzar una pared vertical por la que discurre una antigua acequia, donde el senderista debe atravesar túneles y sortear tramos de roca ayudado por cuerdas.

La llegada al Restaurante La Fabriquilla, parte de la vieja infraestructura energética reconvertida hoy en lugar de descanso, marca el fin de una experiencia que es mucho más que una caminata. Es un viaje entre naturaleza, historia y emoción; un testimonio vivo de cómo el agua no solo es vida, sino también memoria, energía y belleza.