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Tres trabajos tradicionales que todavía siguen vigentes hoy en día en Almería

Hasta mediados del siglo pasado, muchos de los pueblos de Almería se distinguían por oficios muy concretos

Encaje de bolillos.

Encaje de bolillos.Turismo Andaluz

Tito Sánchez Núñez
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Hasta mediados del siglo pasado, muchos de los pueblos de Almería se distinguían por oficios muy concretos. Eran trabajos desarrollados a lo largo de siglos de historia, conocimientos heredados de una generación a otra y que aprovechaban los recursos del territorio para crear en más de una ocasión un signo de identidad.

En la mayoría de estos oficios no se puede obviar el componente artesanal, un término que en los últimos años ha ido adquiriendo mayor importancia o, más bien, la ha ido recuperando. 

En una época en la que la industria y la Inteligencia Artificial cada vez están más presentes, la gente echa en falta la humanidad en lo que consume y utiliza en su día a día. Incluso hay profesiones que, de recuperarse, beneficiarían desde a enfermos de Alzheimer hasta a adolescentes con hiperactividad, como es el caso de las bolilleras.

El encaje de bolillos es conocido por su complejidad y su delicada belleza. En Huércal-Overa, era habitual que las mujeres vendieran sus trabajos más elaborados para sacar a sus familias adelante. En la actualidad, hay asociaciones como la de Puntos y Puntadas de Lucainena de las Torres que mantienen viva esta tradición.

Hay otros trabajos más conocidos a día de hoy, como es el caso de los alfareros. Es habitual encontrarse en cualquier mercadillo de Almería un puesto de alfarería con todo tipo de cuencos, jarrones y demás utensilios. En Sorbas es bien conocida la familia Juan Simón, que se dedica al barro desde hace varias generaciones. Su tienda es un paraíso para los amantes de la cerámica, un lugar del que no se puede salir sin comprar alguna de sus piezas.

En el otro extremo, hay una profesión difícil de reconocer por su nombre: el chambilero. El chambilero era un vendedor ambulante de helados entre dos galletas. Portaban una heladera o chambilera, de ahí el nombre, con una doble pared con hielo y sal. Se introducían los ingredientes dentro de una cubeta y, tras unos giros, se obtenía el helado. En Antas, Mariana todavía vende helados artesanales en su chambi, por lo que es imprescindible probar uno si se está de visita.

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