Julio Ruiz disecciona el amor en ‘Tocar a un hombre’, brillante y arriesgada propuesta escénica
El ciclo Trasladanza llenó el Apolo en una primera entrega que sedujo, nunca mejor dicho, al público

Javier de la Asunción y Julio Ruiz en el espectáculo 'Tocar a un hombre', representado el pasado viernes 7 en el Apolo.
El ciclo Trasladanza ofreció el pasado viernes un poderoso argumento de su alcance con la puesta en escena de ‘Tocar a un hombre’ del bailarín y coreógrafo almeriense Julio Ruiz, aunque sería preciso añadir a su amplitud artística otras facetas creativas como quedó patente en un Teatro Apolo prácticamente lleno.
La excelente respuesta del público se nutrió en buena media de una notable presencia personas relacionadas con el mundo de la danza. Quizás, en digna representación de todas cabría citar a la querida profesora Kina Jiménez, que da nombre al Conservatorio Profesional de la ciudad.
Combinar diferentes lenguajes sobre el escenario suele generar propuestas complejas para el espectador. Sin embargo, la propuesta de Julio Ruiz destila cercanía y autenticidad pese a que combina en ‘Tocar a un nombre’ una amplia gama de espacios creativos rebasando incluso la extensa y prolija relación entre la danza y el teatro.
Además, el planteamiento de esta obra rebasa los tópicos de la crítica a la homofobia basados en el mero testimonialismo, para adentrarse en un plano personal y sincero que le confiere a este trabajo una de sus más penetrantes sugerencias.
El talento artístico que late en esta primera entrega de Trasladanza queda patente en determinados pasajes de la obra a través de los cuales aparece todo el reconocido talento coreográfico de Julio Ruiz.
Pasajes, en los cuales descarga ese flamenco rabiosamente actual que desató la ovaciones desde el patio de butacas y que le han granjeado notable prestigio. No en vano, como apuntaría el propio Julio Ruiz en el coloquio que siguió a la puesta en escena se ha convertido en el primer bailaor becado por el Centro Nacional de la Danza de París.
Julio Ruiz construyó compás combinando el zapateado con una particular percusión sobre la anatomía de su partenaire, como si bajo la piel del hombre que estaba tocando estuvieran escondidas razones de amor o de deseo. Pero todo eso tuvo como precedente un ejercicio gestual sobre las limitaciones del saludo a distancia y de la dificultad inherente a las relaciones entre dos hombres.
Luego se sucederían pasajes en los cuales la compleja historia de amor que propone la obra admite una extensa sucesión de conceptos que pese a su diferente naturaleza aparecen ante el espectador con una exquisita naturalidad.
En un momento especialmente significativo, el compañero de escena de Julio Ruiz, Javier de la Asunción, repite con una cadencia precisa la frase “nadie te va a querer como yo”, mientras que el bailarín ofrece uno de los pasajes coreográficos más intensos.
La perfecta compenetración de ambos artistas es, sin duda, otro de los aspectos interesantes de este trabajo. La pieza interpretada al trombón de varas por parte de Javier de la Asunción, mientras Julio Ruiz derrocha todo su talento como bailarín flamenco puede servir de ejemplo a la admirable coordinación entre ambos.
En un momento dado, Julio Ruiz sorprende con tierno y directo monólogo que, pese a la aparente sencillez del lenguaje arroja luz sobre la acción que se desarrolla sobre las tablas.
No tienen problema alguno para romper la cuarta pared y acercarse al público antes de seguir adelante con el delicado y complejo conflicto que sustenta esta bella propuesta escénica. Un conflicto tan cotidiano como complejo como son las relaciones sentimentales que, a la postre, encuentra una vía de esperanzadora solución a través de las sevillanas, entendidas como una forma de seducción precisa y delicada al mismo tiempo, Eso sí, sin perfectamente encajadas en la obra, como si fuesen lo más natural.
Creación
El ambicioso ejercicio creativo que se percibe desde los primeros movimientos no deja de sorprender a la audiencia, sin por ello alejarla un milímetro de cuanto sucede sobre las tablas, con la experiencia emocional y sensitiva de los personajes como desencadenante. La clave es la perfecta combinación de coreografía, dramaturgia y performance hábilmente entremezcladas y encajadas como las piezas de un mecano.
Trasladanza va a encadenar cuatro propuestas creativas de artistas almerienses con la danza como nexo de unión, pero con la diversidad que supone el compromiso creativo de cada uno de ellos.
Esta iniciativa llega en un momento idóneo por la coincidencia en el tiempo de creadores y bailarines sobradamente interesantes y de reconocido prestigio. A la danza le está sucediendo en Almería algo semejante a lo que ofrece el panorama musical. Podría decirse que la música vive una especie de edad de oro en esta ciudad.
Ficha del espectáculo
Para ‘Tocar a un hombre’, Ruiz ha contado con la colaboración en dirección y dramaturgia de Ernesto Artillo y con Guillermo Weickert, María Cabeza de Vaca y Violeta Gil como artistas invitados en la creación. Las sonoridades son fruto del trabajo de Víctor Guadiana mientras que la concepción de la imagen ha sido realizada por Lucía Campillo. La coordinación de producción y distribución es de Cal Producciones.