Francisco Javier, pescadero: "Desde Bruselas no pueden decirnos qué podemos comer"
Lleva desde que nació, hace 52 años, vendiendo producto fresco a los almerienses, y ahora también lo hace a través de WhatApp

Francisco Javier Ballesteros ante el mostrador de su pescadería junto al autor de esta entrevista, Antonio Hermosa.
Francisco Javier Ballestero Redondo ha mamado la profesión de pescadero toda su vida. Sus padres procedían de Granada, y como les gustaba mucho Almería, llegaron a esta ciudad y montaron una pescadería en la calle Doctor Carracido. “La pescadería la fundaron precisamente el año en el que nací, en 1973. Era una tienda típica de toda la vida. Una pescadería pequeñilla”.
En esa época, el barrio donde estaba el establecimiento, estaba empezando a formarse. Desde la Carretera de Ronda hacia lo que después sería la Avenida del Mediterráneo eran todos descampados. Tras realizar los estudios primarios, Francisco Javier, Paco para amigos y clientes hizo formación profesional, en la rama de electrónica y telecomunicaciones. “Y mira, me sirvió para manejar bien el peso y las luces de la pescadería, porque desde pequeño sabía que iba a ser pescadero”. Algunos años después, la pescadería se trasladó a donde está actualmente, en la calle Ángel Ochotorena. “Por problemas de visión, mi madre se tuvo que jubilar, se quedó prácticamente ciega, y entonces me quedé yo con el negocio, y aquí estoy para despachar, atender y aconsejar”.
Paco sigue la premisa de renovarse o morir. Todas las mañanas usa las nuevas tecnologías para mostrar su género. Tiene un grupo de WhatsApp para publicar un vídeo con los productos que tiene a la venta. “Antes no pasaba, pero ahora la mayoría de las personas trabajan. Una forma práctica de llegar a ellos es por la mañana hacer un vídeo con el pescado que tengo ese día. La gente lo ve, y si alguien está interesa en algo, me llama o me manda un WhatsApp”. Y ha notado que esta fórmula, que también utilizan otros pescaderos, da buenos resultados. “Empecé poco a poco, y ahora, puedo decir que el cincuenta por ciento de las ventas se hacen así. Me dices cómo lo quieres: limpio, troceado, preparado para gastarlo ese día, para congelarlo, o para dejarlo en el frigorífico sin mancharse las manos. Y cuando salen del trabajo, ya lo tienes listo”.
Siempre ha estado detrás de un mostrador expidiendo pescado, y valora el buen género que hay en Almería. “Esa es la suerte que tenemos. Estamos en una ciudad costera que todavía tiene mucha tradición de pescado. La gente lo conoce, lo aprecia y lo quiere. Hay variedad donde elegir y tenemos mucha costumbre de consumirlo. Y sino, que se lo pregunten a la gente los días de lluvia. Están las tradicionales migas, que en zonas del interior se acompañan con la morcilla y el tocinillo, pero aquí, en la costa, es la sardina, el, boquerón frito, el pescado frito lo que impera”.
Dicen que el Golfo de Vera y el Mar de Alborán son excepcionales para la calidad del pescado que tenemos en Almería. “En esta zona contamos con una de las mejores praderas de posidonia de Europa en el mar Mediterráneo. Desde Pulpí a Adra hay un fondo marino excepcional. Esa es la ventaja que tenemos. Además, como hemos sido poco explotados, tenemos una rica variedad, y destaca esa gamba roja que no hay quien la supere. Dicen que también está muy buena la de la zona del levante español. La de las zonas valenciana y la catalana, pero a mí me gusta más la de aquí”.
La gamba roja es nuestro producto estrella, pero también en Almería hay muy buena quisquilla y otras variedades de pescado. “Sobre todo es el pescadillo de la playa, la brotolilla, el salmonetillo, la bacalailla, las gambillas blancas. Y cuando es tiempo de jibias, calamares, pulpos, nos ponemos las botas. Es que durante el verano y al final de esa estación una puñetera sardina de Almería es un placer para comer”.
Nos dice que cuando llegan estas fechas los clientes se decantan por el calamar en aceite, la jibia en salsa, las gambas. “Lo que pasa es que como la gamba está tan prohibitiva, tiramos por alguna otra clase de pescado. Los langostinos pegan mucho, pero sobre todo piden jibia y calamar que son excepcionales en esta época. También hay demanda de pescados grandes. Unos buenos filetes o un trozo de salmón noruego, para hacerlo al horno o marinado, algunos filetillos de atún, aunque el atún rojo ahora escasea, y lo que también tenemos es el atún de aleta amarilla”.
Este pescadero admite que en estas fechas sube el precio de los productos, como pasa con otros sectores de la alimentación. “Suben por la sencilla razón que es la misma cantidad de pescado para mucha más demanda. Más gente quiere ese mismo tipo de pescado. Aunque este año no están subiendo mucho los precios. También se nota que la crisis afecta y la gente va más suave y más tranquila”.
Francisco Javier muestra su preocupación por la situación que atraviesa el atrastre, con las restricciones de días de capturas que ha impuesto la Unión Europea. “El arrastre es el grueso de la flota almeriense. Está siendo muy maltratado y no tiene sentido que lo estén condenando a muerte, porque somos lo que comemos. Nuestra identidad alimentaria hay que conservarla. No puedes permitir que desde un sillón en Bruselas te digan lo que puedes comer, cuándo lo puedes consumir y en qué época. Yo creo que en eso cada país debía tener su soberanía, tanto en pesca, como en agricultura, como en ganadería. Y esto no es justo”.
Muestra su sorpresa porque estas restricciones afectan a los pescadores de Europa, pero no a las grandes factorías que navegan por el Mediterráneo. “Nuestros vecinos de enfrente, Marruecos y Argelia, pescan 365 días al año. No es justo, porque lo van a pescar ellos para vendérnoslo a nosotros. Al final, ganan los exportadores y las grandes industrias alimentarias, que copan el mercado y se queda con ese negocio. Es una ruina para toda la gente de la mar. Familias humildes. Sería condenar a los puertos pesqueros. Cada barco tiene detrás varias familias que comen del arrastre, los aperos para los barcos, el avituallamiento, los barecillos y las tiendas de barrio”.
Para este hombre que ha crecido hablando de pescado, la solución sería ser justos y dar a los barcos los días que necesitan para poder subsistir, “porque trabajando casi la tercera parte del año no hay ninguna empresa que pueda sacar la cabeza, y también habría que quitar licencias de grandes barcos factorías para dárselas a los barcos de pesca artesanal, que es lo que tenemos aquí”. Para señala que la gente de la mar es muy respetuosa. “La mayoría, cuando echan el arrastre, retiran toda la basura que encuentran. La recogen en el barco y la dejan en el puerto. Son los primeros interesados en que siga habiendo pescado. Quieren coger lo que tengan que coger y dejar que el pescado se siga reproduciendo para que haya una continuidad de su fuente de ingresos”.
Las especies que están en peligro con esta paralización del arrastre son la gamba roja, la brótola, el salmonete, la pescadilla, el rape, el lenguado. “El grueso del pescado, el fresquito de la costa de Almería. Los rastreros pillan el 90 por ciento del pescado, el otro 10 por ciento son capturados por traiñas y nasas, y algún palangrero”.
Paco está preocupado porque Almería pierda una de sus señas de identidad, que es la gamba roja. “Al final, que vamos a comprar, ultraprocesados, hamburguesas o croquetas de pescado, o vamos a seguir comiendo dieta mediterránea, que tanto se defiende”.