Sarah Thomas: La arquitecta que construye personajes con cimientos emocionales
Única española seleccionada por la UNESCO como Escritora Virtual en el programa Ciudades Literarias

La escritora Sarah Thomas.
Por fuera, su voz suena dulce y metódica. Por dentro, late una mente precisa, una arquitecta que cambió los planos por las palabras. Saray Ayala es escritora, formadora y una de las pocas autoras españolas seleccionadas por la UNESCO para participar como Escritora Virtual Residente en Melbourne, dentro del programa Ciudades Literarias.
La mediana de una familia de roqueteros, su padre agricultor, su madre frutera, quienes le enseñaron que con trabajo y esfuerzo uno llega donde quiera. Una mujer honesta, sensible y meticulosa en su trabajo cuyo mayor logro es ayudar a otros escritores a encontrar su camino.
Eres la única representante española en en Melbourne. ¿Qué significa para ti este reconocimiento?
Es muy importante, sobre todo porque no se trata de premiar una obra, sino una trayectoria. Los premios literarios reconocen un libro concreto; esto reconoce el trabajo de una vida. Me pidieron un currículo, una muestra publicada con editorial tradicional, un proyecto literario y una carta de presentación con casi treinta preguntas sobre qué aportas a la comunidad literaria. Fue un proceso exhaustivo, pero lo viví con mucha ilusión. Trabajar en el este workshop es un reconocimiento a mi trayectoria como escritora.
¿En qué consiste exactamente tu proyecto?
Mi taller conecta literatura y arquitectura. Se titula La ciudad como personaje y explora cómo los espacios influyen en la identidad narrativa. Una ciudad puede ser cálida o hostil, cercana o distante; su arquitectura moldea la psicología del personaje y del lector. Son tres sesiones de trabajo, pero durante todo el mes estaré en contacto con otros escritores de Irlanda, Polonia, Nueva Zelanda o Irak. Compartiremos proyectos, lecturas, conferencias y encuentros virtuales. Es una oportunidad maravillosa para aprender y tender puentes.
Vienes de la arquitectura. ¿Cómo se pasa de diseñar edificios a escribir novelas?
Curiosamente, para mí no fue un salto tan grande. En arquitectura te enseñan a generar espacios; en literatura, a generar emociones. En ambos casos, se trata de crear algo habitable.
Mientras estudiaba arquitectura, llenaba los márgenes de mis apuntes con versos o ideas para novelas. Un día, en Londres, mientras repasaba estructuras, me senté en un banco frente al Big Ben y de esa escena nació mi primer personaje.
¿Recuerdas el momento exacto en que decidiste que querías dedicarte a escribir?
Fue en 2015, cuando publiqué mi primera novela. Pensé: “Si esto lo he hecho de forma autodidacta, ¿qué pasaría si me preparo de verdad?”. Empecé a formarme con autores como Espido Freire y Cristina López Barrio. Comprendí que escribir no es solo inspiración, sino técnica. Como en arquitectura: puedes tener creatividad, pero sin estructura se derrumba. Ese mismo año gané mi primer premio literario. Me llamaron del ayuntamiento y pensé que era una oferta de trabajo. Cuando me dijeron que había ganado, fue un antes y un después. Entendí que podía vivir de esto.
¿Se puede vivir de las letras?
Es difícil, pero sí. No solo escribiendo novelas: también dando talleres, conferencias, cursos… El trabajo literario tiene muchas ramas. Es una profesión que da frutos a largo plazo; mientras escribes, buscas editorial, esperas contrato… pueden pasar años. Por eso necesitas estabilidad económica y un espacio propio, como decía Virginia Woolf. Y añadiría algo más: alimentar el pozo creativo.
¿Cómo es tu rutina de trabajo?
Me levanto temprano, escribo un diario creativo para centrar la mente y planifico el día con mi bullet journal. Después hago ejercicio —el cuerpo también forma parte de la escritura— y trabajo por bloques de tiempo: capítulos, número de palabras, revisiones. Por la noche leo y me formo; siempre tengo algún curso en marcha. Ahora estoy haciendo uno de guion de televisión en RTVE. Creo que la disciplina no mata la creatividad; la ordena. Y la constancia es el mejor músculo del escritor.
Publicaste tu primera novela bajo un seudónimo, “Sarah Thomas”. ¿Por qué?
Quería saber si mi historia funcionaba sin el peso de mi nombre. No se lo conté a nadie, ni a mi familia. La subí a Amazon y se convirtió en número uno en descargas durante semanas, solo por el boca a boca. Fue increíble.
El seudónimo nació de una película que adoro, Serendipity, y con él construí una especie de vida paralela: la Sarah Tomás escritora, que se enfrenta a las críticas, da conferencias y pisa escenarios. Me ha dado seguridad y distancia emocional.
¿Qué sueñas ahora?
Tengo un plan a cinco años, pero lo importante no es el objetivo sino el camino. Profesionalmente quiero seguir formándome y conseguir un reconocimiento concreto —que todavía no puedo contar—. Pero mi verdadero sueño es quedarme en mi tierra y crear un espacio de formación literaria, una especie de semillero de escritores.