“¿El Prendimiento, hermandad rica? sí, ricos en esfuerzo y tesón de mil hermanos”
Pliega velas Enrique, ya no más juntas de Gobierno, tras 47 años (12 de presidente) ; ahora, guardamanto de la Merced

Enrique Marín (Almería, 1959) hace balance después de toda una vida con el Prendimiento.
Hijo de tapicero, tapiza todos los días la calle con su bonhomía y con su espíritu alegre (la procesión siempre va por dentro): a pesar de tener dificultades de visión, cada tarde se pone su chándal ochentero y se lanza a caminar por el paseo marítimo. Genuino como él solo, con su tez morena y con una sonrisa en los labios, Enrique Marín huele a Semana Santa de Almería, como la CASI huele a tomate de Almería, como Salvador huele a café de Almería, como Adolfo sabía a helados de Almería.
¿Usted era de helados?
De los de la calle Mariana, yo soy de las cosas buenas y del centro histórico.
Su biografía dice que nació en una casa con historia.
En la Casa de los Leones, en la calle Solis. Allí tenía mi padre el negocio y allí jugábamos de pequeño a las procesiones con tronos de juguete.
En vez de futbolista, usted quería ser nazareno, ¿la Semana Santa ha sido su norte?
Bueno, eso fue poco a poco. Yo tenía un vecino que se llamaba Juan Vicente Simón, que vivía en la Plaza Bendicho que me metió en el coro de la Catedral cuando era niño y también fuí a la escuela de los Seises que estaba allí junto a la sacristía de la Catedral. En ese ambiente, todo olía a Semana Santa.
¿Cómo se empezó a ganar la vida?
A mi no me gustaba el trabajo manual de mi padre de tapicero y entonces me coloqué como mozo en Aluminios Lupión, una empresa de la familia. Hacía recados y estaba también en la forja. Después con mi hermano abrimos una tienda de cortinas en la calle Real.
¿Cuántas horas le ha dedicado a la Semana Santa?
Miles, millones, para haberme hecho rico si hubiera sido un negocio.
Usted ha sido un emblema en la Hermandad del Prendimiento. ¿Por qué eligió esa y no otra?
Era 1977 y tenía 18 años. Nosotros siempre estábamos por la Plaza de la Catedral y después de un paréntesis volvía el vigor de las cofradías. Una señora nos dijo que había una cofradía antigua en la Iglesia de San Sebastián que llevaba años sin salir. Fuímos allí unos cuantos, entre ellos Juan Antonio Barrios y su esposa María del Mar Cerrá. Hablamos con el sacerdote y conseguimos trasladar la sede a la Catedral y sacarla de nuevo a la calle.
¿Qué pasó para que desapareciera unos años?
No fue la única. Solo se mantuvo Estudiantes y la Soledad, en esa época de los años 70. El Prendimiento había sido fundada por la familia Lussnigg, pero los pioneros se habían hecho mayores. Estaba la Virgen de la Merced y el Cristo del Medinaceli, que yo recordaba haber ido a besarle los pies con mi abuela a San Sebastián.
¿Mucha ilusión?
Mucha. Trabajábamos mucho y conseguimos reflotar la Hermandad y los pasos.
Hasta que un incendió fortuito hundió al Prendimiento. ¿Cómo lo recuerda?.
Había quedado a las 8 de la mañana con mi compañero Antonio Asensio. Cuando llegué con un pañuelo en la boca y ví aquello -el Medinaceli y la Merced hechos cenizas, en una alfombra de ascuas, solo se salvó el paso del Prendimiento -rompí a llorar como un niño chico.
¿Después de los años transcurridos, más 30, qué explicación tiene?
No fue intencionado, a pesar de lo que se dijo. Fue totalmente fortuito, un enchufe del que prendió un cortocircuito, junto donde estaban los restos de los mártires. Yo siempre decía que ese enchufe había que arreglarlo. Fue muy duro, durísimo.
¿Tuvieron que comprar nuevas imágenes?
Una nueva Virgen y un nuevo Cristo gracias a una labor y apoyo económico importante.
Se retira de la Junta de Gobierno después de 47 años, doce de ellos como Hermano Mayor. ¿De qué se siente más satisfecho?
Cierro una etapa, pero seguiré como hermano, detrás del manto de la Virgen, ya no puedo como nazareno por la vista. Lo más importante, sin duda, la compra de la Casa de Los Puche para Casa de Hermandad. Un gesto heroico de los doce directivos que tuvimos que avalar más de un millón de euros con nuestro patrimonio personal.
¿Volvería a hacerlo?
Una y mil veces. Ha sido una historia preciosa, pero llena de riesgo.
Se dice del Prendimiento que es la hermandad rica de Almería.
Ricos en tesón y en trabajo y en esfuerzo, con más de mil hermanos.