Para un joven futuro arquitecto, la posibilidad de estudiar en la ciudad con los edificios más emblemáticos del mundo es un sueño. Para el almeriense Rafa Zamora, un sueño hecho realidad. “Conocí esta posibilidad a los pocos meses de matricularme en la Escuela Politécnica de Madrid y desde el primer momento me interesó”, recuerda. Conseguirlo no fue fácil, por eso el joven aprovecha la entrevista para agradacer a su familia “desde tan lejos el que hayan compartido mis proyectos  con tanta ilusión, que me hayan apoyado y animado desde el primer momento”.
El esfuerzo, no cabe duda, mereció la pena. “Chicago es la ciudad ideal para aprender de la buena arquitectura de la que muchas grandes ciudades de Estados Unidos y del mundo entero deberían tomar nota”, dice. A grandes rasgos, la describe como “una ciudad de grandes contrastes y alardes arquitectónicos, desde los materiales  utilizados hasta los trazados”. Cualquier esquina “resulta impactante”, continúa el almeriense, que confiesa que “nada más llegar y dar el primer paseo” la ciudad le “desbordó”: “Solo miraba los grandiosos rascacielos, en los que la mirada se pierde en sentido ascendente y casi no alcanzas a ver la cornisa, las construcciones tan diferentes, la ciudad con sus trazados en inmensas manzanas, el tráfico, las prisas...”
 Un estilo de vida al que pronto tuvo que habituarse. “Aquí lo normal es compaginar la universidad con algún trabajo y yo he tenido la gran suerte de poder trabajar en un estudio de arquitectura  donde estoy aprendiendo mucho”, cuenta. Comparte casa con dos compañeros estudiantes y la jornada comienza a las 6.30, para poder llegar al trabajo a las 9, “siempre en transporte público”, el CTA (Chicago Transport Authority, el metro), pues la bicicleta la tiene “aparcada desde que empezara el frío”,  con temperaturas de -25 de máxima.
Del trabajo sale hacia la universidad, el Instituto Tecnológico de Illinois (IIT), un centro de reputación mundial donde la jornada termina tarde para el almeriense: “Además de las clases tenemos zonas de estudio habilitadas con todo tipo de maquinaria y materiales para realizar cualquier trabajo o maqueta”. Incluso los fines de semana los alumnos estudian allí, “se preparan las entregas y los profesores también pasan por las salas de estudio, asesorando y solucionando dudas”, explica Rafa; “hay una relación directa entre el profesor y el alumno”.

La calidez de los amigos
Y es que, aunque para un almeriense una ciudad tan grande pueda parecer fría, parece que Rafa Zamora sólo ha sentido esa frialdad en el clima (que no ha sido poca cosa, con grandes nevadas y temperaturas de hasta -40 grados). Sin embargo, en el trato con la gente, el joven alaba la hospitalidad de sus compañeros. “Hay una mezcla cultural y racial tremenda”, dice, y entre ellos ha encontrado “verdaderos amigos” como demuestra, por ejemplo, que un compañero le llevara “a pasar el Día de Acción de Gracias con su familia en Nueva York, con la comunidad judía a la que pertenecen”, lo que para él, “fue toda una experiencia”.
Además, relata una costumbre curiosa: en el trabajo, “el estudio está en la planta 23 y en la 46 hay una zona habilitada para ‘reponer fuerzas’, utilizada por los trabajadores de todo el rascacielos” donde se conce “gente de todos los sectores, con los que quedas para hacer footing o si les caen bien te invitan a su barbacoa de fin de semana. Es como “un salón social express”.
Y en el trabajo, “prima el trabajo en equipo sobre el individualismo. Cualquier aspecto de  un proyecto tiene un responsable, que siempre contará con la opinión de los demás”, explica.
Métodos y experiencias que podrá poner en práctica una vez que se titule en Madrid y, quién sabe, quizá pueda ejercer después en Chicago donde un edificio suyo podría compartir espacio con los que tanto admira. “Me encantaría ir allá donde pueda desarrollar mi profesión, sin límite o barrera geográfica”, concluye.