El fracaso del sistema educativo español -fraccionado en 17 modelos diferentes- no está en la habitual zapatiesta que se forma cada septiembre a cuenta de las infraestructuras o las dotaciones académicas, sino en la falta de perspectivas ilusionantes y proyección competitiva real frente a los sistemas educativos de otros países de nuestro entorno. No sé si se han dado cuenta, pero en el inicio de cada curso la noticia no es el número de colegios y universidades españolas que ingresan ese año en el ámbito de la excelencia internacional, o el magnífico nivel que se comprueba curso tras curso entre los escolares españoles gracias a los sistemas evaluadores de la calidad. La noticia siempre está en que faltan aulas o que éstas son prefabricadas o que hay humedades o no hay conserjes. Morralla y pirotecnia con fecha de caducidad incluida. El verdadero problema que ha necrosado las posibilidades de que España sea un país bien educado en las próximas generaciones es la atribución de competencias educativas a las diferentes comunidades autónomas. El fraccionamiento educativo del que hablaba un poco más arriba. Un país en el que la gente estudia cosas diferentes en idiomas diferentes es una Torre de Babel con pizarras y pupitres. Disfruten del más reciente ejemplo de lo que digo: la dirección general de Política Lingüística del Gobierno de Aragón, que controla el PSOE, va a imponer el uso del dialecto aragonés en el ámbito escolar. No hay que perder de vista que este dialecto, según un estudio del Seminario Aragonés de Sociolingüística citado por medios como El Mundo o Libertad Digital, sólo lo entiende un 3% de la población aragonesa –unas 45.000 personas– y que apenas el 1,3% de los aragoneses es capaz de escribir. Bueno, pues así quieren los socialistas aragoneses educar a los niños. ¿Todavía alguien duda de que transferir la Educación a las Comunidades Autónomas fue un solemne y monumental disparate? Pues lo peor es que el tema ya no tiene solución.